Las edades y el poder chocan en África
Al menos 18 Jefes de Estado en África tienen más de 20 años de ocupar el poder en la era poscolonial, y muchos han dejado legados de pobreza, desempleo, zozobra y una elite gobernante adinerada muy alejada de las luchas cotidianas de sus pueblos
El Rey Mswati III en una ceremonia tradicional de danza de caña en Esuatini. Ha sido criticado por usar relojes caros mientras muchos de sus súbditos viven en la pobreza.
Por John Eligon | The New York Times
MATSAPHA, Esuatini — La policía antidisturbios apareció de la nada y se volcó sobre los jóvenes manifestantes que intentaban deponer al Rey Mswati III, que tiene 38 años de gobernar Esuatini. El sonido de los disparos resonó en las calles y los manifestantes corrieron a salvarse.
Manqoba Motsa, un estudiante universitario, y sus compañeros comunistas rápidamente se pusieron camisetas sencillas sobre su vestimenta roja con la hoz y el martillo. Se metieron por una calle inclinada y se alejaron corriendo, pensando que habían escapado.
Entonces sonó el teléfono de Motsa: un amigo cercano en la protesta había recibido un disparo. Lo encontraron en la sala de emergencias, con un vendaje ensangrentado alrededor del torso y un tubo en el brazo.
“No podemos dejar de luchar”, dijo Mhlonishwa Mtsetfwa, el manifestante herido, a la docena de miembros del Partido Comunista en torno a su cama de hospital. “Haremos esto hasta nuestro último aliento”.
En gran parte de África, esa ira es palpable en jóvenes activistas, como Motsa, que presionan, protestan y, en ocasiones, arriesgan sus vidas para deponer a líderes que han reinado durante mucho tiempo y que ellos consideran barreras al potencial del continente.
Mientras el mundo se vuelve gris y las naciones temen venirse abajo sin suficientes trabajadores para sustentar a sus poblaciones en envejecimiento, África —el continente más joven, con una edad promedio de 19 años— hace alarde de una gran cantidad de jóvenes para impulsar el crecimiento económico y la influencia global. Pero, para frustración de su juventud, África también tiene algunos de los líderes con más años en el poder del mundo, quienes a menudo anteponen el beneficio personal y la longevidad política al bienestar de sus naciones, dicen los expertos.
Al menos 18 Jefes de Estado en África tienen más de 20 años de ocupar el poder en la era poscolonial, y muchos han dejado legados de pobreza, desempleo, zozobra y una elite gobernante adinerada muy alejada de las luchas cotidianas de sus pueblos.
Los 10 países con las mayores diferencias entre la edad del líder y la edad promedio de la población se encuentran en África, arrojan datos del Pew Research Center. Muchos jóvenes africanos sienten que sus gobiernos están podridos hasta la médula y exigen algo que va mucho más allá de retocar la política tradicional.
La Primavera Árabe del 2011, cuando los jóvenes ayudaron a deponer a los líderes en Egipto y Túnez, preparó el escenario para otros levantamientos juveniles en África. En pocos lugares han sido esos levantamientos tan sorprendentes como en Esuatini, un reino de 1.2 millones de habitantes que se deshizo de su nombre colonial, Suazilandia, en el 2018 por orden del Rey.
El Rey Mswati, de 55 años, el último monarca gobernante en la África subsahariana, subió al trono cuando era adolescente en 1986, convirtiéndolo en uno de los líderes con más años en el poder en el mundo. El desempleo juvenil es del 58 por ciento en Esuatini. Muchos niños son huérfanos, principalmente porque sus padres han muerto de sida.
Sin embargo, para muchos jóvenes, el Rey casi parece hacer alarde de su indiferencia. Los detractores dijeron que se presentó en una ceremonia tradicional luciendo un reloj que cuesta 13 veces el ingreso anual de la mayoría de sus súbditos. Miles de ciudadanos, la mayoría jóvenes, estallaron en protestas en el 2021, iluminando los cielos con las llamas de negocios saqueados, muchos de ellos relacionados con el Rey. Los soldados y la policía respondieron con balas, matando a docenas.
El padre del rey, el Rey Sobhuza II, prohibió la participación de los partidos políticos en las elecciones de 1973 y se atribuyó a sí mismo el poder absoluto. Una constitución adoptada en el 2005 impuso algunos controles al Rey, pero los partidos aún están vetados de las elecciones, aunque individuos pueden postularse por su cuenta.
Motsa, un estudiante de último año de universidad de 28 años que lucha por conseguir suficiente dinero para graduarse, se reagrupó con activistas el año pasado para el 50avo aniversario del decreto del Rey Sobhuza, prometiendo causar suficiente caos para presionar por una demanda definitivamente ambiciosa: la democracia.
De no lograrlo, esperaban que la gente al menos boicoteara las elecciones nacionales del año pasado, argumentando que la votación simplemente daba la apariencia de credibilidad a un sistema espurio.
“Nunca llegará una situación que nos haga abandonar la lucha”, afirmó Motsa.
Ni su familia parece poder detenerlo. El tío de Motsa dijo que su activismo le traerá la muerte. Su madre teme que a todos los matarán también. Y están horrorizados por sus traidoras exigencias de abolir la monarquía.
Después de todo, su tía es una de las muchas esposas del Rey; y su padre, Samuel Mahlatsini Motsa, de 55 años, es un soldado del Ejército del Rey y ha jurado proteger el trono contra todas las amenazas, incluyendo su hijo.
Después de la preparatoria, Manqoba Motsa no pudo encontrar trabajo. Los datos del Grupo del Banco Africano de Desarrollo muestran que las personas de entre 15 y 35 años en el continente están muy subempleadas o no tienen empleos estables. Motsa finalmente halló empleo como trabajador en una granja de mariguana ilícita.
Le impactó la cantidad de personas que batallaban para comprar comida, a pesar de trabajar duro, mientras la lujosa vida del Rey se revelaba ante todos en las redes sociales y en las noticias. La Oposición acusó públicamente al Rey de haber comprado 19 Rolls Royce y 120 BMWs para su numerosa familia. Los titulares relataron el viaje multimillonario de la familia real a Las Vegas y los 58 millones de dólares gastados en un avión real.
Un portavoz del Gobierno, Alpheous Nxumalo, dijo que el Rey había heredado de manera justa su riqueza y había destinado las ganancias de los negocios controlados por la familia real a becas y otros programas para aliviar la pobreza.
La oposición de Motsa a la monarquía se endureció cuando ingresó a la Universidad de Esuatini en el 2019 y se unió al Partido Comunista.
Los disturbios del 2021 comenzaron con un servicio en memoria de un estudiante de Derecho encontrado muerto al costado de la carretera. Muchos sospecharon que la policía había cometido un delito. Después de una pelea entre estudiantes y agentes afuera del servicio, la policía invadió el sitio y lanzó gas lacrimógeno contra los dolientes.
Motsa dijo que él y otros activistas respondieron arrojando piedras contra una estación de policía. Algunos manifestantes intentaron prenderle fuego, dijo, y recogieron llantas para quemarlas en las calles. Cuando llegó la policía, los residentes locales bloquearon a los oficiales, permitiendo a Motsa escapar.
Los disturbios alcanzaron su punto máximo en junio del 2021.
Más allá de las 27 muertes reportadas por el Gobierno —los activistas sostienen que el número real fue más de 70— los disturbios causaron daños por valor de alrededor de 160 millones de dólares, dijo el Rey Mswati.
“Algo como esto es pura maldad”, dijo el Rey. “No se puede decir que el País debe quedar reducido a cenizas porque hay algo que uno quiere”.
Nxumalo dijo que el Rey no tenía problemas para hacer cambios y señaló a la Constitución, redactada con la bendición del Rey después de que los ciudadanos expresaran sus preocupaciones. Lo que el Rey no toleraría, dijo Nxumalo, era que los activistas actuaran como insurgentes. “Ningún Gobierno negocia con terroristas”, afirmó.
Motsa y sus compañeros activistas estudiantiles querían mantener la presión entregando una petición directamente al Parlamento el año pasado, preparándose para una violenta represión.
“Este es el año para determinar la democracia que queremos”, dijo Gabisile Ndukuya, miembro del Partido Comunista.
Cuando llegó el momento de la verdad en abril, en el aniversario del decreto del Rey Sobhuza, Motsa caminaba presa del pánico. Eran las 9:30 horas y los estudiantes llegaban 90 minutos tarde. No pudieron conseguir transporte.
Otros también querían protestar contra la monarquía, y la forma de hacerlo del sindicato nacional de transporte fue declararse en huelga. La compañía de autobuses que los estudiantes habían contratado canceló repentinamente.
Motsa hizo llamadas desesperadas para tratar de salvar el gran momento de los estudiantes. Pero había soldados y policías por todas partes, revisando los autos en controles de carretera. Los conductores de autobuses estaban demasiado asustados como para transportar a un grupo de radicales. Los estudiantes se dieron por vencidos.
Un escuadrón de policías irrumpió recientemente en la habitación de concreto que el Partido Comunista usaba como base, rifles en mano mientras un helicóptero sobrevolaba, dijeron testigos.
Antes de eso, uno de los críticos más acérrimos del Rey fue asesinado a tiros dentro de su casa frente a sus hijos. El Gobierno negó vehementemente su participación; muchos, incluyendo el Embajador de la Unión Europea, lo calificaron de asesinato.
A Motsa le preocupa que pueda ser el próximo. La policía dice que lo busca por la quema de una bandera de Esuatini y un vehículo policial vacío el 30 de septiembre del 2022, cuando cientos de estudiantes se habían reunido para exigir becas.
Con la policía persiguiéndolo, Motsa tomó un aventón y luego caminó hasta Sudáfrica este mes, dijo, con la esperanza de continuar la lucha en el exilio.
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