Las hayas en el Bosque de las Historias Inmortales
Foundation Conservation Carpathia, comenzó a elaborar un plan para proteger las hayas y quizás atraer el ecoturismo a Nucsoara
La tala y el cambio de usos de la tierra amenazan a los miles de hayas alrededor de Nucsoara, Rumania.
Por: Alan Burdick/ The New York Times
La historia del Bosque de las Historias Inmortales comienza en el 2019, cuando Elena-Mirela Cojocaru, la esposa de Ion Cojocaru, Alcalde de Nucsoara, una aldea en Rumania, murió de cáncer. El mismo Cojocaru pronto enfermó de un mal cardiaco; como remedio, su médico le dijo que caminara por el campo, 6 mil o más pasos al día.
Nucsoara y sus mil 200 habitantes residen en las laderas de los Cárpatos, hogar de aproximadamente dos tercios del bosque virgen que queda en Europa.
Cojocaru había crecido en el pueblo, pero sólo mientras caminaba por las colinas y las antiguas pasturas notó los árboles: hayas, gigantes fantasmagóricamente retorcidos, algunos de hasta 500 años.
La belleza y fuerza de los árboles revivieron a Cojocaru, y sintió como si lo hubieran adoptado. “Los árboles me salvaron”, dijo.
Algunas hayas antiguas parecen escobas volteadas de cabeza, con cientos de pequeñas ramas que se elevan abruptamente desde un tronco grueso que no supera la altura de una persona. Hasta que la región fue declarada protegida, generaciones de aldeanos recogieron leña de los árboles, podando las ramas hasta el alcance del brazo.
“Yo iba al bosque a recolectar madera, flores y comida”, dijo Silvia Dan, de 80 años. “Crecer aquí fue como un oasis. El bosque era para nosotros una fuente de vida, una forma de ganarnos la vida”.
Donde los árboles fueron podados salieron nuevos brotes, se ramificaron, crecieron y fueron podados de nuevo, año tras año durante siglos. La práctica permitió que los árboles siguieran produciendo hayas, con las que los aldeanos alimentaban a sus cerdos.
Alrededor de Nucsoara aún crecen 5 mil hayas seculares, el mayor hayedo de Europa. Pero la tala y el cambio de usos de la tierra representan una amenaza.
Cojocaru y una organización sin fines de lucro, Foundation Conservation Carpathia, comenzaron a elaborar un plan para proteger las hayas y quizás atraer el ecoturismo a Nucsoara. Identificaron 2 mil 544 árboles —Cojocaru eligió el número porque es la altura en metros del Pico Moldoveanu, la montaña más alta de Rumania y a un día de caminata desde Nucsoara. A cada uno se le dio una matrícula, se fotografió a lo largo de las estaciones y se marcó en un mapa con sus coordenadas GPS. Los árboles se ofrecen en adopción en un sitio web —aunque, como insiste Cojocaru, el árbol adopta a la persona, y no al revés.
Un equipo de Forest Design, una empresa forestal de Brasov, utilizó escáneres portátiles que utilizan lidar, una tecnología láser, para generar imágenes tridimensionales de muchos de los árboles, por dentro y por fuera. Captado digitalmente, cada árbol parece tan individual como una huella digital, y los científicos pueden seguir con precisión su crecimiento y cambios.
Así comenzó el Bosque de las Historias Inmortales.
Por una módica tarifa, una persona puede adjuntar su propia historia a un árbol. Cuando se visita en persona, el árbol lee la narrativa vía un código QR. El número 2224 es la expresión de gratitud de una hija en nombre de su madre quien, en 1944, a los 16 años, “encontró refugio de los nazis escondida entre los árboles centenarios”.
El número 2544 ha adoptado a Ion Cojocaru.
“Tengo un sentimiento de reciprocidad”, dijo Cojocaru sobre los árboles. “Tengo la sensación de que son ancianos muy sabios que quieren que yo haga el bien”.
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