Mayas también utilizaban a niños para ser sacrificados en rituales

En Chichén Itzá, antigua ciudad Maya de México, se descubrió una entrada subterránea con más de 100 restos humanos, la mayoría eran cuerpos de niños

Pruebas de ADN revelaron que 64 cráneos descubiertos en Chichén Itzá en 1967 pertenecían todos a niños. (Victor Ruiz Garcia/Reuters)

lun 1 de julio de 2024 a las 18:47

Por Freda Kreier/The New York Times

En 1967, trabajadores que construían un pequeño aeropuerto detrás de Chichén Itzá, una antigua ciudad maya en México, desenterraron restos humanos. Los arqueólogos que fueron llamados al lugar descubrieron un chultún —un contenedor subterráneo de almacenamiento de agua de lluvia que, en la mitología maya, era visto como una entrada a la tierra subterránea de los muertos. Conectada a la cisterna había una cueva que contenía más de 100 restos humanos, casi todos pertenecientes a niños.

Casi 60 años después, el ADN antiguo extraído de 64 de los niños ofrece nuevos conocimientos sobre los rituales religiosos de los antiguos mayas y sus vínculos con los descendientes modernos. En un artículo publicado en la revista Nature, un grupo internacional de investigadores reveló que los niños —víctimas de sacrificios entre el 500 y el 900 d.C.— eran todos niños mayas locales que pueden haber sido seleccionados para ser sacrificados en parejas de hermanos.

La investigación del genoma de los niños mayas comenzó como un esfuerzo por descubrir el legado genético de la pandemia más mortífera de Mesoamérica. En 1545, un brote de Salmonella enterica se extendió por lo que hoy es México. En el curso del siguiente siglo, la enfermedad mató hasta el 90 por ciento de la población indígena.

Las pandemias suelen dejar huella en los genes inmunológicos de los sobrevivientes. A mediados de la década del 2000, Rodrigo Barquera —hoy inmunogenetista en el Instituto Max Planck— y sus colegas intentaron descubrir este legado genético comparando el ADN de restos precoloniales con el de personas que nacieron después de la calamidad.

Los niños encontrados en el chultún eran uno de esos grupos precolombinos que seguramente nunca se toparon con la pandemia en vida. En el 2015, el equipo recibió permiso para destruir una pequeña parte de sus cráneos para secuenciar el ADN. Los resultados indicaron que los 64 cráneos pertenecían a varones.

“Continuamos repitiendo las pruebas porque no podíamos creer que todos fueran niños varones”, dijo Barquera.

Posteriores pruebas genéticas mostraron que muchos de los niños estaban emparentados y entre ellos había dos pares de gemelos idénticos. Se desconoce por qué estos niños fueron elegidos para sacrificio, dijo Barquera. Pero es posible que se seleccionaran hermanos o parientes cercanos para reflejar las pruebas de los Héroes Gemelos, figuras de la cosmología maya que atravesaron ciclos de sacrificio y renacimiento.

Barquera y sus colegas compararon el ADN de los niños con el de mayas modernos que viven en Tixcacaltuyub, un pueblo a aproximadamente una hora en auto de Chichén Itzá, y encontraron una fuerte continuidad genética entre los dos grupos. Como esperaba Barquera, la pandemia de 1545 dejó una huella en los mayas, legando a los residentes de Tixcacaltuyub al menos una variante genética asociada con la inmunidad a la salmonella.

Barquera y algunos colegas viajaron a Tixcacaltuyub para compartir sus hallazgos en las escuelas y con los participantes del estudio. Dijo que los participantes estaban encantados de recibir la confirmación de que estaban genéticamente emparentados con los constructores de Chichén Itzá.

“La gente que vive cerca de estos sitios arqueológicos pregunta: ‘¿Por qué tienen tanto respeto por las personas que construyeron estos sitios y luego tratan a los pueblos indígenas que viven a su alrededor como inferiores?’”, dijo. Ahora pueden decir: “Miren, somos parientes de los que hicieron estas pirámides. Así que dejen de ser racistas con nosotros”.

© 2024 The New York Times Company

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