El Libro de los Muertos
El Museo J. Paul Getty ubicado en Los Ángeles, EUA, presentará públicamente la exposición de siete fragmentos pertenecientes al Libro de los Muertos
Un trozo del Papiro de Pasherashakhet, parte de varios pergaminos funerarios del antiguo Egipto hoy exhibidos.
Por Franz Lidz / The New York Times
A mediados del siglo 19, un anticuario británico llamado Sir Thomas Phillipps anunció su intención de poseer una copia de cada libro del mundo. Phillipps compró manuscritos indiscriminadamente a libreros y cuando murió en 1872, había acumulado una colección incomparable de 60 mil documentos y 50 mil libros impresos.
Sus descendientes subastaron su biblioteca privada poco a poco y, para fines de la década de 1970, su colección de 19 fragmentos de pergaminos funerarios egipcios antiguos, conocidos colectivamente como el Libro de los Muertos, fue adquirida por el librero neoyorquino Hans P. Kraus. Kraus donó el lote al Museo J. Paul Getty de Los Ángeles en 1983, donde se encuentran los escritos, de alrededor del 1450 a.C. al 100 a.C., se han mantenido guardados en una bóveda, protegidos de la luz.
Ahora, el Getty presenta por primera vez al público siete fragmentos. La exposición permanecerá abierta hasta el 29 de enero.
Un componente estándar en los entierros de la élite egipcia, el Libro de los Muertos era un compendio de unos 200 hechizos y oraciones rituales, con instrucciones sobre cómo debía recitarlas el espíritu del difunto. Sara E. Cole, curadora de la exposición del Getty, llamó a los sortilegios una especie de “seguro de viaje” sobrenatural diseñado para salvaguardar a los difuntos en el largo y tortuoso viaje a través del más allá.
A pesar del título del libro, era la vida más que el más allá lo que preocupaba a los antiguos egipcios, que vivían un promedio de 35 años. “Tu felicidad pesa más felizmente que la vida venidera”, se lee en una inscripción del periodo del Imperio Nuevo, que duró del 1550 a.C. al 1069 a.C.
En 1842, el experto alemán Karl Richard Lepsius acuñó el nombre Libro de los Muertos, que reflejaba fantasías sobre la naturaleza de la civilización egipcia. El sistema de numeración que utilizó para identificar los distintos sortilegios ocupa un lugar destacado en los paneles de exposición del Getty.
El Libro de los Muertos proporcionaba una especie de mapa visual que permitía al alma recién desencarnada sortear el duat, un inframundo de cavernas, colinas y lagos ardientes. Cada sortilegio estaba destinado a una situación específica que los muertos podrían encontrar.
Por ejemplo, el sortilegio 33 era para protegerse de las serpientes.
En un infierno poblado por las imaginaciones más aterradoras de la antigüedad, la magia importaba.
“La razón por la que las criaturas son aterradoras no es para asustar a las almas que intentan acceder a estos lugares, sino para mantener alejados a quienes no pertenecen allí”, dijo Foy Scalf, egiptólogo en la Universidad de Chicago.
El destino era el reino de los dioses y el paraíso eterno.
Habiendo alcanzado la divinidad, el difunto se unía a Re, dios del Sol, mientras éste atravesaba el cielo en un barco solar. Al atardecer, cruzaban al Poniente y se fusionaban con Osiris, dios del inframundo, y asumían poderes regenerativos. Cerca del amanecer, Re lucharía contra la serpiente gigante Apep, señor del caos, y emergería victorioso en el Oriente para completar un ciclo interminable de renovación y renacimiento.
La joya de la corona de la exhibición es un retrato en papiro de la Sala del Juicio hecha para Pasherashakhet, un “portero”. El detalle de la viñeta muestra un episodio del sortilegio 125, en el que el difunto aparece ante Osiris y un tribunal de dioses mientras Anubis, guardián del reino de los muertos, pesa su corazón —que se cree que es el lugar del intelecto.
De un lado de la balanza está el corazón; del otro, la pluma de la diosa Maat, encarnación de la verdad y la justicia. Si el corazón de Pasherashakhet equivale al peso de la pluma, será admitido en el otro mundo. Si el corazón está demasiado pesado, es decir, sus pecados superan sus buenas obras, Ammit el Devorador lo consumirá y lo condenará a una segunda y perdurable muerte.
Pasherashakhet pasó la prueba. Es hora de unirse a Re y subir a bordo del barco solar.
También hay un sortilegio para eso.
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