La Quinta Avenida en Brooklyn, una acera de luchas y sueños
Muchas personas han instalado puestos a lo largo de la Quinta Avenida, una vibrante franja comercial de taquerías y panaderías.
Oliver Hernández tiene 4 años vendiendo flores en la misma esquina de Brooklyn.
Por Susan Hartman / The New York Times
Un domingo reciente, Oliver Hernández se bajó de una camioneta a las 6:00 horas. Las tiendas a lo largo de la Quinta Avenida en Sunset Park, Brooklyn, estaban cerradas.
“Soy el primero”, dijo Hernández, de 41 años. “La mayoría de los puesteros llegan a las 8:00 horas”.
De la parte trasera de la van sacó cubetas llenas de flores, una mesa, un toldo y macetas con palmeras. En 15 minutos había instalado ramos de flores junto al semáforo de la esquina.
Durante décadas, personas como Hernández se han arriesgado y han instalado puestos a lo largo de la Quinta Avenida, una vibrante franja comercial de taquerías, tiendas de tenis, panaderías y otros establecimientos. El barrio tiene una gran población latinoamericana y asiática.
Los puesteros encuentran un lugar libre —y lo hacen suyo. La geografía es importante: “Una esquina es un buen lugar”, dijo Hernández. “La gente se detiene por el semáforo”. Ha ocupado su esquina la mayoría de los fines de semana durante cuatro años.
Una vez reclamado, es necesario ocupar el lugar: los recién llegados temen que si se pierden un fin de semana, alguien tomará su lugar.
A principios del siglo 20, un inmigrante que vendía productos en la calle podía soñar con abrir una tienda. Muchos dieron ese salto.
Pero la mayoría de los puesteros aquí no sueña con una tienda: las tiendas físicas están batallando. Y los puesteros intentan mantenerse a flote.
Estos puestos se montan cada mañana durante la semana y los fines de semana. Pueden ser tan simples como una manta cubierta con hileras de pulseras.
O pueden ser más elaborados: Isaí González, de 28 años, arma un cobertizo de metal con un dosel rojo. Le lleva 45 minutos. “Puedo tener mi negocio si llueve o hace frío”, dijo.
Inmigrantes indocumentados
Al caer la noche, todo desaparece. La mayoría de los puesteros en Sunset Park no cuenta con un permiso —y una multa puede ascender a mil dólares. Desde que la Ciudad limitó el número de permisos hace años, la mayoría de los aproximadamente 20 mil puesteros de la Ciudad operan sin uno.
“Siempre estamos alertas por si pasa algo”, dijo Eduardo Hernández, de 24 años, que vende tamales con su hermana, Yoremi Hernández, de 22. Algunos puesteros son inmigrantes indocumentados y temen ser deportados. Y la preocupación de muchos es: ¿Volveré a casa con las manos vacías?
Sin embargo, algunos puesteros llevan más tiempo en la Quinta Avenida que las tiendas que los rodean.
Han criado hijos y comprado casas. Sandy Yu, de 47 años, madre de cuatro hijos, tiene unos 16 años de estar reparando relojes allí.
El desarrollo de Industry City —un enorme complejo multiusos— en el borde occidental de Sunset Park ha producido tensiones respecto a aburguesamiento.
Sin embargo, Yu y otros describen una desaceleración económica gradual que comenzó hace años. Hace 10 años, en sábado, los clientes de Yu hacían fila para cambiar la batería de sus relojes. “Ahora hay días sin dinero”, dijo.
Aún así, algunos puesteros jóvenes tienen grandes esperanzas.
González vende gorras desde hace dos años. “Estoy emocionado de hacer promoción”, dijo. Está en Instagram y está desarrollando un sitio web. El verano fue lento; dijo que ganó sólo 600 dólares a la semana. Pero él no se desanima: “Mi ambición es tener una tienda”.
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