Reaparece el pájaro kiwi en la capital de Nueva Zelanda
Luego de que millones de aves fueran masacradas por depredadores no nativos como los armiños, por primera vez en más de un siglo aparece el ave Kiwi
Nueva Zelanda alguna vez fue hogar de 12 millones de kiwis, pero sus números han caído a alrededor de 70 mil.
Por Pete Mckenzie/ The New York Times
WELLINGTON, Nueva Zelanda — Al pie de un helecho imponente, Pete Kirkman metió la mano en una madriguera. Sus dedos se posaron en un montón de plumas. Con delicadeza, sacó una cría del tamaño de su puño.
Desconcertada por la luz del día, el ave nocturna color marrón movía su pico delgado de un lado a otro. “Estás bien”, le dijo con ternura Kirkman, un conservacionista. Entonces, escuchó rasguños que provenían de la madriguera. Observó con deleite cómo otro polluelo salía corriendo en busca de su hermano y caía en sus brazos.
El kiwi —un ave nativa tan querida por los neozelandeses que durante mucho tiempo han usado su nombre como apodo— alguna vez deambuló por todo el País. A partir del siglo 19, millones fueron masacrados por depredadores no nativos como los armiños, un mamífero relacionado con la comadreja.
Ahora sólo quedan unos 70 mil kiwis, la mayoría en parques o islas remotas. Por lo tanto, cualquier polluelo es especial. Sin embargo, estos dos eran extraordinarios.
La madriguera en la que nacieron se ubica 5 kilómetros al oeste de Wellington, la Capital de Nueva Zelanda, en el suburbio de Makara. Los kiwis desaparecieron de esta zona hace más de un siglo. Pero el año pasado, tras media década de esfuerzos por reducir el número de armiños y ratas, docenas de kiwis fueron reintroducidos a las tierras agrícolas montañosas de Makara.
Las dos crías halladas por Kirkman fueron las primeras que nacieron en estado salvaje en el área de Wellington de las que se tenga memoria, dijeron expertos.
La resurrección del kiwi es parte de un programa gubernamental establecido en el 2016 para eliminar a la mayoría de los depredadores aviares no nativos del País para el 2050.
Muchos fueron introducidos por humanos. Los armiños fueron traídos a Nueva Zelanda en el siglo 19 como una forma de reducir la cantidad de conejos que estaban destruyendo pastizales de ovejas.
Al principio, parecía imposible convertir a Makara en un refugio seguro. Muchos residentes estaban escépticos, recordó Paul Ward, director del grupo conservacionista Capital Kiwi.
Aun así, “recibimos apoyo de todos”, dijo.
Alguna vez hubo 12 millones de kiwis en Nueva Zelanda, pertenecientes a cinco especies distintas. Son excéntricos: aves nocturnas sin capacidad de volar, con bigotes de ratón y patas tipo dinosaurio, y que normalmente alcanzan sólo medio metro de altura, pero ponen huevos tan grandes que, en términos humanos, equivalen a dar a luz a un niño de 3 años.
Para proteger las aves, Capital Kiwi colocó casi 5 mil trampas para depredadores en Makara, con el apoyo de voluntarios, desde los agricultores en cuyas tierras se colocaron las trampas hasta los ciclistas de montaña que frecuentaban pistas cercanas.
Si bien los kiwis son tímidos, los residentes locales ya han empezado a hallarlos. Una tarde de septiembre, mientras Sean Duggan sorteaba una curva cerrada en su bicicleta de montaña, vio dos sombras extrañas. Le tomó un momento darse cuenta de qué eran las bolas de plumas con bigotes.
“Parecían aguacates con patas largas”, bromeó. “Simplemente, no esperas verlos”.
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