Rebeldes buscan invadir más de los terrenos de Myanmar

Los rebeldes han invadido veintenas de bases militares y tomado docenas de poblados. Las fuerzas anti-junta ahora afirman controlar más de la mitad de Myanmar

Soldados de la resistencia en el Estado de Karenni, en Myanmar. Milicias pronto podrían controlar todo Karenni.

vie 26 de abril de 2024 a las 17:6

Por Hannah Beech/ The New York Times

LOIKAW, Myanmar — La noche en que Suu Kyi pensó que moriría a causa de sus heridas en el frente de una guerra olvidada, una luna creciente pendía en el cielo. Una imagen de la Virgen María colgaba de su cuello. Quizás esos símbolos la salvaron. O tal vez, dijo, aún no había llegado su momento de morir.

“Cuando me uní a la revolución, sabía que mis posibilidades de sobrevivir eran 50-50”, dijo Suu Kyi, de 21 años, sobre su decisión de convertirse en soldado rebelde, luchando por deponer a la junta que devolvió a Myanmar a una dictadura militar hace tres años. “Soy una chica común, una joven común. Creo en la democracia federal y los derechos humanos”.

Suu Kyi dijo las palabras “democracia federal” en inglés. No hay palabras fáciles para este concepto en birmano.

Desde que la junta realizó su golpe de Estado en febrero del 2021, poniendo fin a un breve periodo de reforma democrática y apuntando sus armas una vez más contra manifestantes pacíficos, gran parte de Myanmar se ha vuelto contra el Ejército. Una nueva generación, que alcanzó la mayoría de edad durante la administración civil de la premio Nobel Aung San Suu Kyi, ha tomado las armas y se ha unido a los rebeldes que tienen décadas de oponerse a la dictadura militar.

Ahora, después de tres años de resistencia desesperada, las líneas de batalla han estado cambiando rápidamente. Los rebeldes han invadido veintenas de bases militares y tomado docenas de poblados. Las fuerzas anti-junta ahora afirman controlar más de la mitad de Myanmar, desde las selvas bajas hasta las faldas del Himalaya.

Si logran avanzar hacia el corazón de la nación, los insurgentes podrían deponer a un Ejército que, de una forma u otra, ha mantenido a Myanmar bajo control durante más de medio siglo. El resultado puede ser no tanto un cambio de poder como la desintegración de una nación, con su vasta periferia separándose permanentemente del control central.

“Queremos liberarnos del Ejército de Myanmar”, dijo Suu Kyi. “Estoy dispuesta a sacrificarme por eso”.

La milicia de Suu Kyi se llama Fuerza de Defensa de las Nacionalidades Karenni, o KNDF. Con más de 8 mil soldados, es una organización que agrupa a bandas de jóvenes armados en Karenni, el Estado más pequeño de Myanmar y lugar de algunos de los combates más intensos. Su estratega de primera línea, el subcomandante Maui Phoe Thaike, es un ambientalista que estudió en la Universidad de Montana, en Missoula.

El KNDF y sus milicias aliadas pronto podrían controlar todo Karenni, convirtiéndose en el primer Estado en liberarse del control de la junta, dicen los analistas militares.

A lo largo del medio siglo que los militares han estado en el poder, varias fuerzas rebeldes han intentado derrocar a los generales. Todos han fracasado. Esta vez es diferente, dice la Oposición, en parte porque gran parte de la mayoría étnica bamar del País ha encontrado unidad con las minorías que viven en las regiones fronterizas.

Los jóvenes que crecieron durante un período de apertura, cuando Myanmar dio la bienvenida a innovaciones extranjeras como Facebook, se resisten a cómo la junta ha vuelto a aislar el País. Han utilizado las redes sociales para exponer las atrocidades de la junta: el encarcelamiento y la tortura de miles de civiles, ataques aéreos a escuelas y hospitales, el asesinato de niños con un solo disparo a la cabeza.

Aun así, dista mucho de ser seguro que los insurgentes puedan mantener su determinación durante un cuarto año o más.

Desde el golpe hace tres años, más de 4 mil 800 manifestantes y presos políticos han sido asesinados y 26 mil 500 personas han sido arrestadas, reporta la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (Birmania), que utiliza el antiguo nombre de Myanmar.

En noviembre, Suu Kyi resultó herida durante el intento del KNDF de tomar Loikaw, la capital de Karenni. Se había refugiado en un edificio derribado en una ciudad bombardeada, una que se había quedado sin 50 mil residentes en unos días. Las tropas de la junta se apostaron al otro lado de la calle. Un proyectil detonó cerca de Suu Kyi.

“No podía sentir mi cuerpo”, dijo. “Pensé que esto es lo que se siente morir”.

Una radiografía confirmó que la metralla le había atravesado la espalda y perforado el pulmón. Pero tres meses después, estaba de nuevo en la línea del frente en Loikaw. La metralla permaneció alojada en su cuerpo.

Antes del golpe, antes de la guerra, Suu Kyi iba a estudiar geografía en la universidad. Iba a convertirse en maestra.

“Tal vez después de que ganemos la revolución, pueda continuar con mi vida”, dijo. “Tal vez no yo, pero sí la gente de mi generación”.

© 2024 The New York Times Company

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