Starlink llega a las tribus amazónicas y se vuelve un problema en adolescentes
Después de sólo nueve meses con Starlink, los marubos ya están lidiando con adolescentes pegados a los teléfonos; redes sociales adictivas; extraños en línea; videojuegos violentos; estafas; desinformación; y menores viendo pornografía
El pueblo marubo usa con frecuencia sus teléfonos cuando la antena Starlink está encendida en su aldea. (Victor Moriyama para The New York Times)
Por Jack Nicas/ The New York Times
TERRITORIO INDÍGENA DEL VALLE DEL JAVARÍ — Mientras los discursos se prolongaban, los ojos se dirigieron a las pantallas. Los adolescentes se desplazaban por Instagram. Un hombre le envió un mensaje de texto a su novia. Y los hombres se agolparon alrededor de un teléfono que transmitía un partido de futbol mientras hablaba la primera mujer líder del grupo.
En casi cualquier lugar, una escena como esta sería cosa común. Pero esto estaba sucediendo en una remota aldea indígena en una de las zonas más aisladas del planeta.
El pueblo marubo ha vivido durante mucho tiempo en chozas comunales esparcidas por cientos de kilómetros a lo largo del Río Ituí en lo profundo de la selva amazónica. Hablan su propio idioma, toman ayahuasca para conectarse con los espíritus del bosque y atrapan monos araña para hacer caldo o tenerlos como mascotas.
Han preservado esta forma de vida durante cientos de años a través del aislamiento —puede tomar semanas llegar a algunas aldeas. Pero desde septiembre, los marubo tienen Internet de alta velocidad gracias a Elon Musk.
La tribu de 2 mil miembros es una de los cientos en todo Brasil que de repente se conectan vía Starlink, el servicio de Internet satelital de Space X, la compañía espacial de Musk. Desde su entrada a Brasil en el 2022, Starlink ha invadido la selva tropical más grande del mundo, llevando la web a uno de los últimos lugares que no estaban en línea en la Tierra.
The New York Times viajó a las profundidades del Amazonas para visitar las aldeas marubo y comprender qué sucede cuando una civilización pequeña y cerrada se abre repentinamente al mundo.
“Cuando llegó, todos estaban felices”, dijo Tsainama Marubo, de 73 años, sentada en el piso de tierra de la maloca de su aldea, una cabaña de 15 metros de altura donde los marubos duermen, cocinan y comen juntos. Internet trajo beneficios, como videoconferencias con seres queridos que están lejos y llamadas de ayuda en emergencias. “Pero ahora las cosas han empeorado”, afirmó.
Estaba amasando bayas de jenipapo para hacer una pintura corporal negra y lucía cuerdas de joyería hechas con conchas de caracol. Últimamente, los jóvenes se han vuelto menos interesados en hacer esos tintes y joyas, dijo. “Los jóvenes se han vuelto perezosos por Internet”, dijo.
Los marubos están luchando con el dilema fundamental de Internet: se ha vuelto esencial —pero conlleva un precio. Después de sólo nueve meses con Starlink, los marubos ya están lidiando con los mismos desafíos que han atormentado a los hogares estadounidenses durante años: adolescentes pegados a los teléfonos; redes sociales adictivas; extraños en línea; videojuegos violentos; estafas; desinformación; y menores viendo pornografía.
La sociedad moderna ha lidiado con estos problemas durante décadas al continuar Internet su marcha. Los marubos y otras tribus indígenas, que se han resistido a la modernidad durante generaciones, ahora enfrentan el potencial y los peligros de Internet al mismo tiempo, mientras debaten lo que significará para su cultura.
Ese debate ha llegado ahora gracias a Starlink, que rápidamente ha dominado el mercado de Internet vía satélite al brindar un servicio que antes era impensable en áreas tan remotas. SpaceX lo ha hecho lanzando 6 mil satélites para ofrecer Internet de alta velocidad a lugares como el Sahara, las praderas de Mongolia y pequeñas islas del Pacífico.
El negocio goza de gran auge. Musk anunció recientemente que Starlink había superado los 3 millones de clientes en 99 países. Los analistas estiman que las ventas anuales aumentaron aproximadamente 80 por ciento respecto al año pasado, a unos 6.6 mil millones de dólares.
Hoy hay 66 mil contratos activos en la Amazonia brasileña, en el 93 por ciento de los municipios legales de la región. Eso ha abierto nuevas oportunidades laborales y educativas. También ha dado a los madereros y mineros ilegales del Amazonas una nueva herramienta para comunicarse y evadir a las autoridades.
Un líder marubo, Enoque Marubo (todos los marubo usan el mismo apellido), de 40 años, dijo que vio el potencial de Starlink. Después de pasar años fuera del bosque, dijo que creía que Internet podría dar nueva autonomía a su pueblo.
El año pasado, él y una activista brasileña grabaron un video de 50 segundos pidiendo ayuda para obtener Starlink de posibles benefactores y lo enviaron. Días después, recibieron noticias de una mujer en Oklahoma.
La tribu
El Territorio Indígena del Valle de Javarí es uno de los lugares más aislados de la Tierra, una densa extensión de selva tropical del tamaño de Portugal sin carreteras y con un laberinto de vías fluviales. Diecinueve de las 26 tribus del valle de Javarí viven en pleno aislamiento, la concentración más alta del mundo.
Los marubo también vivían en aislamiento, hasta que llegaron los caucheros a fines del siglo 19. Eso llevó a décadas de violencia y enfermedades —y a la llegada de nuevas costumbres. Los marubo comenzaron a usar ropa. Algunos aprendieron portugués. Cambiaron arcos por armas de fuego para cazar jabalíes y machetes por motosierras para limpiar parcelas para sembrar yuca.
Una familia en particular impulsó este cambio. En la década de 1960, Sebastião Marubo fue uno de los primeros marubo en vivir fuera del bosque. Cuando regresó, trajo otra tecnología: el motor fuera de borda. Redujo los viajes de semanas a días.
Su hijo Enoque emergió como líder de la próxima generación, ansioso por impulsar a su tribu hacia el futuro. Ha dividido su vida entre el bosque y la ciudad, trabajando en cierto momento como diseñador gráfico. Entonces, cuando los líderes de Marubo se interesaron en conseguir conexiones a Internet, le preguntaron cómo. Enoque obtuvo su respuesta cuando Musk fue a Brasil en el 2022 y anunció la llegada de Starlink.
Enoque y Flora Dutra, una activista brasileña que trabaja con tribus indígenas, enviaron cartas a más de 100 miembros del Congreso pidiendo Starlink. Ninguno respondió.
Luego, el año pasado, Dutra vio a una mujer estadounidense hablar en una conferencia espacial. Dutra revisó la página en Facebook de la mujer y la vio posando afuera de la sede de SpaceX. “Sabía que ella era la indicada”, dijo.
La benefactora
La página de LinkedIn de Allyson Reneau la describe como consultora espacial, oradora principal, autora, piloto, ecuestre, humanitaria, directora ejecutiva, directora de consejos y madre de 11 hijos biológicos.
Reneau dijo que no intentaba ayudar a la gente por fama. “Es la expresión del rostro, es la esperanza en los ojos”, dijo. “Ése es el trofeo”.
Dijo que tuvo esa perspectiva cuando recibió un video de un extraño el año pasado pidiendo ayuda para conectar una tribu remota del Amazonas. Nunca había estado en Brasil, pero creía que el retorno a la inversión era alto.
Enoque pedía 20 antenas Starlink, que costarían aproximadamente 15 mil dólares, para transformar la vida de su tribu. “Una herramienta cambiaría todo en sus vidas: la atención médica, la educación, la comunicación y la protección del bosque”, dijo Reneau.
La conexión
Internet llegó a cuestas de hombres. Caminaron kilómetros a través del bosque, cargando dos antenas cada uno.
Justo detrás iban Enoque, Dutra y Reneau.
En las aldeas, clavaron las antenas en postes y las enchufaron a paneles solares. Luego, las antenas comenzaron a conectar los satélites Starlink a los teléfonos de los aldeanos.
Internet fue una sensación. “Cambió tanto la rutina que fue perjudicial”, admitió Enoque. “En la aldea, si no cazas, pescas y plantas, no comes”.
Los líderes se dieron cuenta de que necesitaban límites. Internet estaría encendido durante dos horas por la mañana, cinco horas por la tarde y todo el domingo. Durante esos periodos, muchos marubos están agachados o reclinados en hamacas con sus teléfonos. Pasan mucho tiempo en WhatsApp. Allí, los líderes se coordinan entre aldeas y alertan a las autoridades sobre problemas de salud y destrucción ambiental. Los profesores marubos comparten lecciones con estudiantes en otras aldeas. Y todos están en contacto más estrecho con familiares y amigos.
El debate
En abril, más de 200 marubos se reunieron en una aldea para encuentros. Enoque mostró un video sobre cómo llevar Starlink a las aldeas. Algunos líderes dijeron que se debería cortar Internet durante las reuniones. “No quiero que la gente publique en los grupos, sacando mis palabras de contexto”, dijo otro.
Durante las reuniones, los adolescentes navegaban por Kwai, una red social de propiedad china. Los niños vieron videos de la estrella del futbol brasileño Neymar Jr. y dos niñas de 15 años dijeron que conversaron con extraños en Instagram. Una dijo que ahora soñaba con viajar por el mundo, mientras la otra quiere ser dentista en São Paulo.
Esta nueva ventana al mundo exterior había dejado a muchos miembros de la tribu en conflicto. “Algunos jóvenes mantienen nuestras tradiciones”, dijo TamaSay Marubo, de 42 años, la primera mujer líder de la tribu. “Otros simplemente quieren pasar toda la tarde en sus teléfonos”.
El futuro
Dutra tiene la intención de llevar Starlink a cientos de grupos indígenas más en la Amazonia, incluyendo a la tribu remota más grande de Brasil, los yanomamis. Algunos funcionarios brasileños y agencias no gubernamentales dijeron que les preocupaba que Internet se estuviera extendiendo a las tribus demasiado rápido, a menudo sin capacitación sobre los peligros.
Dutra dijo que los grupos indígenas querían y merecían conexiones. Las críticas, dijo, eran parte de una larga tradición de personas externas diciéndoles a los indígenas cómo vivir. “Esto se llama etnocentrismo —el hombre blanco creyendo saber qué es lo mejor”, dijo.
Ella y Enoque dijeron que planeaban ofrecer capacitación en Internet. Ningún marubo dijo haberlo recibido aún.
En abril, Reneau regresó al bosque. A solicitud de Enoque, compró cuatro antenas más. Dos de ellas iban a los korubos, una tribu de menos de 150 personas.
Reneau dijo que reconocía que Internet era “un arma de doble filo”, pero esperaba que los Marubos pudieran “preservar la pureza de esta increíble cultura”.
Sebastião, el padre de Enoque, dijo que el recorrido de la tribu con Internet había sido predicho.
Hace décadas, el chamán marubo más respetado tuvo visiones de un dispositivo portátil que podía conectarse con el mundo entero. “Sería para el bien de la gente”, afirmó. “Pero al final, no lo sería”.
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