Tras ser declarado culpable, Trump se vuelve una paria en Nueva York

El día después del veredicto, frente a la Torre Trump, sus partidarios llenaron las aceras y se enfrentaron a gritos con manifestantes anti-Trump

La condena de Donald J. Trump por delitos graves fue recibida con alegría en gran parte de la Ciudad de Nueva York.

sáb 8 de junio de 2024 a las 10:27

Por Jesse McKinley
y Maggie Haberman/ The New York Times

La ciudad de Nueva York alguna vez fue el patio de recreo de Donald J. Trump, el lugar donde se hizo de un nombre y luego lo colocó en donde pudo. Ahora, la Ciudad que ayudó a hacerlo famoso se ha convertido en su campo de batalla. Y Trump sigue perdiendo.

Su condena por delito grave del 30 de mayo fue el tercer y más duro golpe recibido por el ex Presidente en su ciudad natal este año. Infligida por un jurado de 12 residentes de Manhattan, trajo consigo la posibilidad de que pudiera ser encarcelado en Nueva York, muy lejos de la imagen que pasó décadas cultivando como magnate inmobiliario y hombre de mundo.

En febrero, Trump sufrió otra humillación: una sentencia de más de 450 millones de dólares en un caso de fraude civil presentado por la fiscal general del Estado por sobrevaluar su patrimonio neto. El fallo socavó un elemento central de su identidad pública como brillante hombre de negocios.

Y en enero, otro jurado de Manhattan condenó al ex Presidente a pagar 83.3 millones de dólares por difamar a la escritora E. Jean Carroll; Trump ya había sido declarado responsable de abusar sexualmente de ella en un probador de la tienda departamental de lujo Bergdorf Goodman en la década de 1990.

En conjunto, los tres casos han ido erosionando la imagen que Trump construyó a lo largo de sus décadas en la ciudad de Nueva York, incluso cuando la mayoría de las encuestas muestran que continúa liderando la carrera presidencial de este año

Los resultados electorales del 2016 y el 2020 en Manhattan, donde Trump perdió estrepitosamente, sugieren que agotó su bienvenida allí hace algún tiempo. Cuando se asestó el golpe más reciente, algunos neoyorquinos sugirieron que estaban contentos de que se hubiera mudado a Florida.

“Creo que mucha gente comparte ese sentimiento sobre él”, dijo George Arzt, un veterano consultor político y de medios que tiene décadas de conocer a Trump y trabajó para el Alcalde Ed Koch, quien murió en el 2013 y fue uno de los enemigos de Trump. A muchos neoyorquinos, dijo Arzt, “les gustaría sacarlo de los encabezados”.

En una conferencia de prensa en la Torre Trump el 31 de mayo, Trump criticó el veredicto de 34 delitos graves y dijo que planeaba apelar. Pero también pareció reconocer que los cargos por los que había sido condenado —falsificación de registros comerciales— pegaban al corazón de su imagen de maestro en tratos financieros.

“Suena tan mal cuando dicen ‘falsificar’, eso es malo para mí”, dijo. “Nunca había tenido eso antes”.

El juicio penal, al igual que el caso de fraude civil, expuso muchas de las prácticas comerciales de Trump, mientras los fiscales sondearon su negativa a pagar deudas, incluyendo la demora inicial en pagarle a una estrella porno la suma de 130 mil dólares al centro del caso.

$!Los partidarios de Donald J. Trump son ampliamente superados en número en NY, pero algunos llegaron a la Torre Trump para protestar su condena.

Un relato así —sexo con una mujer hermosa— podría haber encajado alguna vez con la imagen de Trump como un playboy soltero, que fue pulida por los tabloides de la Ciudad. Pero el testimonio de Stormy Daniels no fue halagador para el ex Presidente. (Trump niega haber tenido relaciones sexuales con Daniels).

Los republicanos estaban furiosos por el veredicto, y los líderes conservadores instaron a los fiscales republicanos a “acusar a la izquierda”, mientras que otros partidarios de Trump pidieron un boicot a la Ciudad de Nueva York.

Gran parte de la indignación fue recibida con absoluta alegría en muchos rincones de la Ciudad de Nueva York.

“Me desperté con una sonrisa en el rostro”, dijo Robert Clark, de 63 años, un fotógrafo de Brooklyn que había pasado la mañana buscando un ejemplar del New York Times para agregar a su colección de portadas famosas.

Otros fueron más directos.

“Su legado es poco más que basura”, dijo Mark Samuels, de 70 años, quien trabajó en publicidad y creció en Staten Island. Durante un tiempo, dijo, Trump tuvo cierto sentido estridente en la Nueva York de las décadas de 1970 y 1980, pero esos días ya quedaron atrás. “Estamos en una de las ciudades más importantes del mundo, y él vino y cayó. Es su ascenso y caída”, dijo Samuels.

Trump logró irrumpir en el mercado de Manhattan. Pero Kathryn S. Wylde, presidenta de Partnership for New York City, un grupo empresarial, dijo que él “no se unía” a la comunidad empresarial, incluso cuando emprendía proyectos aparentemente cívicos como su renovación del patinadero Wollman Rink de Central Park. Y por eso, dijo, la comunidad empresarial de la Ciudad no se había vuelto precisamente en su contra, “porque ¿quién lo apoyaba?”.

Trump tiene seguidores entre los más de 8 millones de residentes de la Ciudad. Hay barrios más conservadores en los cinco distritos. El día después del veredicto, frente a la Torre Trump, sus partidarios llenaron las aceras y se enfrentaron a gritos con manifestantes anti-Trump.

En el interior, Trump, que había estado dando comentarios en un lúgubre pasillo del tribunal durante el juicio, aparentemente buscaba recuperar algo de glamour durante la conferencia de prensa, en el atrio de mármol y latón. De pie frente a una fila de banderas estadounidenses, pronunció un discurso lleno de divagaciones, atacando el caso, al juez y a los demócratas, y explayándose en teorías de conspiración infundadas sobre la orquestación del caso por parte del Presidente Joseph R. Biden Jr. Calificó al juicio como una “estafa”. Se fue sin responder preguntas.

Algunos neoyorquinos parecían reconocer que la Ciudad misma —con su espíritu de “si la haces allí, la haces en cualquier lugar” y su constante actividad capitalista— había ayudado a crear la identidad de Trump.

“Supongo que Nueva York permitió que algo de eso floreciera”, dijo Sarah Williams, de 72 años, psiquiatra semijubilada de la Ciudad que tiene 36 años de vivir en Brooklyn. Suspiró. “Eso es Nueva York. Creo que cada vez más sólo interesa el dinero. Lo cual es realmente desafortunado porque amo Nueva York”.

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