Ucranianos reconstruyen defensas para anticipar el ataque
La electricidad y el gas han sido restablecidos en la mayoría de los lugares, pero hay que transportar agua en camiones a algunas aldeas
Oleksandr Kuprych, soldado veterano y residente de Jersón, dijo que usaría su escopeta si regresaban los rusos.
Por Carlotta Gall y Oleksandr Chubko/ The New York Times
JERSÓN, Ucrania — Una doble línea de pirámides de concreto serpentea por tierras de cultivo cerca de Jersón. Las pirámides, fortificaciones antitanques conocidas como dientes de dragón, son una señal de las nuevas defensas que Ucrania está construyendo en el sur contra una anticipada ofensiva rusa.
En un pueblo cercano, los residentes se concentraban en recolectar donativos de materiales de construcción.
La población de la región de Jersón ha estado reconstruyendo lentamente sus hogares y medios de vida desde que una contraofensiva ucraniana obligó a las tropas rusas a abandonar la zona hace 18 meses y puso fin a una ocupación brutal.
Muchos han arreglado sus techos, ventanas y puertas, pero mientras comienzan a plantar cultivos y cuidar sus huertos, se preparan para otro ataque.
“Todo es posible”, dijo Oksana, que estaba quitando hierbas del macizo de flores frente a su casa. Como la mayoría de las personas entrevistadas, ella sólo dio su primer nombre por temor a represalias rusas. “Se habla de un gran ataque entre mayo y junio. Estamos leyendo que recuperarán Jersón”.
Sus dos hijos se unieron al Ejército después de que los rusos fueron expulsados y se quejaban de la falta de armas, dijo.
Calle abajo, Oleksandr Kuprych, un soldado veterano de 63 años, mantiene una escopeta en su invernadero y dijo que la usaría si los rusos regresaran.
“Mandaré lejos a las mujeres y los niños”, dijo. “Y aquí estaré. Tengo mi trinchera y mi rifle”.
Algunas aldeas que se encontraban en la línea del frente en Jersón están tan devastadas que sólo unas cuantas familias han podido regresar y arreglar sus casas. La electricidad y el gas han sido restablecidos en la mayoría de los lugares, pero hay que transportar agua en camiones a algunas aldeas. Los canales de riego siguen destruidos, lo que deja a granjas y negocios abandonados en gran medida.
Hay pocos empleos y la mayoría de las familias vive de apoyos. Organizaciones benéficas internacionales han proporcionado vacas a los residentes y dinero en efectivo para que compren pollos y semillas.
Algunas de las aldeas más grandes, como Myrolyubivka, están repletas de familias desplazadas de las comunidades en las línea del frente. Lonas azules son colocadas sobre los tejados dañados y los huertos de vegetales se labran cuidadosamente.
Sin embargo, estas aldeas, a unos 30 kilómetros de la línea del frente, siguen siendo blanco de los cohetes y bombas rusos. Myrolyubivka recientemente terminó un salón subterráneo para que los niños se reúnan para clases y juegos. Pero antes de que quedara terminado, misiles rusos alcanzaron el hospital local, demoliendo un ala entera y varias casas.
“La escuela está dañada, el jardín de niños está dañado, la casa de la cultura está dañada y el hospital está destruido”, dijo Lyubov, líder comunitaria de otra aldea. Pidió que no se publicaran su apellido ni el nombre de la aldea para evitar ser blanco de mayores ataques.
La ONU y organizaciones benéficas internacionales han proporcionado materiales de construcción a los residentes para reparar más de 100 casas en otra aldea, pero 50 eran irreparables, dijo.
Además, la destrucción de la presa de Kakhovka el año pasado, que provocó inundaciones generalizadas en la región de Jersón y el drenaje del embalse de Kakhovka, ha reducido el nivel freático y ha dejado algunas aldeas con pozos infectados o secos.
También hay cientos de hectáreas llenas de minas y municiones sin detonar. Las autoridades dicen que tomará años retirar las minas, pero algunos agricultores dicen que no pueden darse el lujo de esperar. Algunos han pagado a contratistas privados para que limpien sus campos. Otros han barrido sus campos con un detector de metales.
En cuanto al futuro, los aldeanos suelen citar el mismo proverbio: “La vida es como un largo campo. Cualquier cosa podría pasar en el camino”, dijo Viktor Klets, un campesino de 71 años.
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