La inmadurez política se paga. Y eso parece estarle pasando al comunicador Salvador Nasralla, quien ha alertado y amenazado de que si no gana su partido o Libre, habrá una insurrección en el país.
Más allá de la irresponsabilidad verbal, Nasralla deja planteada la duda y la posibilidad de que si una de estas fuerzas políticas al verse derrotada en las urnas así procederá, anarquizando más al país.
Este juego es peligroso para la democracia. Ya hay muchas voces que están alertando de esta posibilidad, de que aquellos inconformes y extremistas se refugien en la violencia.
Si bien es cierto es indispensable que se adopten todas las medidas necesarias para que se materialice un fraude electoral, como el denunciado en las elecciones internas del año pasado, es tiempo de tomar acciones para que la situación empeore con la violencia callejera y proteger la democracia.
La firma de un pacto por parte de todos los candidatos, con el aval de la Embajada estadounidense y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), adquiere, entonces una importancia clave para la futura tranquilidad del país, aunque por supuesto lo primordial es que tanto los candidatos como los dirigentes de todos los partidos cumplan el compromiso asumido.
Pero es fundamental que tanto Salvador Nasralla, como los demás candidatos y dirigentes de los nueve partidos políticos que esta vez, en un hecho inédito en Honduras, participarán en las elecciones generales del próximo 24 de noviembre, se abstengan de inflamar los ánimos ya de por sí altamente polarizados con amenazas como la vertida por el candidato del Pac.
Eso por supuesto no significa renunciar a su derecho de denunciar irregularidades, aunque estas debieran ser documentadas y presentadas a los órganos correspondientes a fin de que sean investigadas, corregidas y, si ese fuera el caso, que se castigue a quienes pretendieran manchar el futuro proceso electoral mediante el fraude.
Dada la polarización elevada hasta el paroxismo después del 28 de junio de 2009, no es de extrañar que esta campaña electoral sea mucho más “caliente” que las del pasado, pero debe impedirse a toda costa que termine ensuciando más el proceso electoral, y peor que degenere en violencia, algo de lo que ya los hondureños tenemos demasiado.