Para gloria del Partido Nacional hondureño, Tiburcio Carías Andino, “el hombrón de Zambrano” o “La Buchona”, para los adversarios liberales de antaño, y que gobernó Honduras a través de una dictadura cruenta durante más de 16 años, era un tipo muy buena gente, querendón y, además, tierno con los niños y su familia; era un defensor acérrimo de la moral y las buenas costumbres. Era un hombre a carta cabal. Era completo. Sin embargo, era terco y rudo como un tronco de guayabo tropical.
Ideológicamente, Carías no tenía una conciencia inocente o virgen y, aunque internamente gobernó siguiendo un guion hegemónico estadounidense, admiraba mucho a Mussolini de la Italia fascista y a Adolfo Hitler de la Alemania nazi.
A través de las famosas montoneras o revueltas civiles, que ensangrentaron al país a finales del siglo XIX, Carías interiorizó, una suerte de conciencia autoritaria, concomitante con la admiración nazi-fascista que tuvo y que fue su patrón de gobierno en donde la democracia solo fue un concepto maldito y de uso doméstico para la manipulación.
En Carías se concentraron todos los poderes estatales, siendo el Legislativo y Judicial, la cabeza de playa de la dictadura para “defender el orden, la paz y la democracia”. También ejerció control absoluto de las municipalidades y de las comandancias de armas y desde allí, sus comandantes, verdaderos perros de garra del régimen, se encargaron de aterrorizar a la oposición a través de la persecución, cárcel y asesinatos.
El Poder Legislativo fue utilizado para legalizar burdamente el continuismo en el Poder Ejecutivo. “La Constitución es pura babosada”, inmortalizó Plutarco Muñoz, el diputado presidente del Congreso Nacional de la época. Y fue tan cierto como la vocación neocariísta que practica hoy, la clase política liberal nacionalista en el ejercicio del poder, y de la cual, “mi general Carías” debe estar orgulloso desde su tumba.
Las prácticas antidemocráticas y de concentración indebida de poder en los últimos años, por encima de todo miramiento y respeto a la Constitución de la República de Honduras, plantean a la ciudadanía crítica y al pueblo en general, el desafío de encarar una dictadura encubierta que se expresa a través del abuso legislativo en la intervención ilegal en la Corte Suprema de Justicia, así como el nombramiento irregular de los fiscales generales del Ministerio Publico, etc., etc.
Y viene más. Una idea genial complementaria hacía falta: “los guardianes de la patria” o “escorpiones de la trincheras”, lanzado como programa por el propio jefe de jefes desde el Ejecutivo con el apoyo material de las FF AA, dirigida a niños y para “inculcar valores morales y amor a la patria”, pero que nos recuerda, en otros tonos y garabatos fascistoides, el mismo adoctrinamiento sutil y la retórica utilizada por Tiburcio Carías y que es congruente con la consigna de un “haré lo que tenga que hacer”, para controlar el poder por largo rato, en perjuicio de la democracia que decimos tener.