Debates presidenciales

Los debates presidenciales constituyen un marco democrático para proveer información a los electores y mostrar las diferencias políticas entre los candidatos. En América Latina, los primeros debates presidenciales se dieron en Venezuela y Brasil en la década de los 60 y luego esta práctica se extendió a otros países de la región. Hoy cuatro países tienen una ley que obliga a organizar un debate presidencial (Colombia, Costa Rica, Brasil y Argentina). En Honduras se recuerda con agrado por la importancia que significa para la vida democrática aquel debate de 1993 que fue protagonizado por Carlos Roberto Reina (PL), Olban Valladares (Pinu), Oswaldo Ramos Soto (PN) y Marco Orlando Iriarte (DC). Durante un debate, los candidatos muestran características generales de su personalidad y su estilo de liderazgo, no solo en sus intervenciones, sino también en las interacciones que mantienen con sus pares, y sostienen posicionamientos en materia de políticas públicas particulares. Por otro lado, el nivel de interacciones que los candidatos tengan entre sí también los obliga -en mayor o menor medida- a exponerse a las críticas de sus competidores y dar respuesta a estos cuestionamientos. Si bien los cruces pueden prestarse a frases que causen impacto en detrimento del contenido, estas interacciones no son enteramente fáciles de predecir con exactitud, por lo cual obligan a los candidatos a mostrar (al menos cierta) naturalidad. El Cohep ha tenido una loable iniciativa de invitar para realizar un debate presidencial de cara a las elecciones internas del próximo 9 de marzo. El principal objetivo es promover un diálogo constructivo entre los aspirantes con los electores. En mi opinión, cualquier aspirante hombre o mujer que rehúya bajo cualquier excusa a no participar, simple y sencillamente le falta el respeto a los electores y deja en ridículo al movimiento y al partido político que representa.