Tú, madre, eres la más bella, la vida, es sin duda alguna el regalo más grande que Dios en su gracia y misericordia pudo haber creado; en este día tan especial, que en nuestro país celebramos cada segundo domingo de mayo, el Día de las Madres es quizás una de las fechas más importantes en nuestro calendario ordinario y para los que somos académicos una fecha cívica que esperamos con ansias y motivación; para los vendedores de los mercados y moles es un día donde las ventas abundan, y qué importante es eso ya que todos necesitamos superarnos cada día. Pero siempre me he preguntado si solo este domingo es el Día de la Madre. La respuesta es obvia, creo yo, sin embargo, considero que el Día de la Madre son todos los 365 días del año; ella, sí, ella, o sea tu mamá, se merece tu cariño, amor, entrega y pasión todos los días.
Ya basta de hacer llorar a esa señora que te espera con ansias todas las noches y que sufre cuando tú llegas tarde a tu casa, cuando te ve con drogas en tus manos o quizás con una botella de alcohol; yo soy un digno ejemplo de mi madre, siempre desde muy niño procuré darle lo mejor a mi madre, la mejor comida, el mejor vestuario, su mejor comodidad, tanto así que cuando uno de mis hermanos le vendió la casa a mi madre corrí rápidamente a la Cooperativa Sanmarqueña a sacar un préstamo y comprarle la casa a mi madre y una tarde de octubre en un café le di el dinero a mi hermano sin saber que en tres meses después ella moriría y la enterré con las mejores galas, así como me lo dijo un día: “Hijo, cuando yo muera, yo no quiero que tus hermanos gasten nada, quiero que tú me entierres y que me lleves con música a mi entierro”, y aunque no lo crean hice tal cual como ella un día me lo pidió y le llevé al mariachi imperial al cementerio Divino Paraíso y cada vez que tocaban las canciones que a ella le gustaban sentía que una parte de mí se perdía en un vacío que nadie iba a llenar; sin embargo, la Biblia dice “honra a tu padre y a tu madre”, y eso hice, y por ello ¡soy feliz y vivo feliz!