Antes del huracán Mitch, en un viaje familiar por la costa norte en el mes de junio, acordamos conocer el mito de la lluvia de peces y viajamos a Yoro. Llegamos a casa de queridos amigos, quienes nos informan que el día viernes había sucedido el fenómeno a 6 km de la ciudad. A mediados del siglo pasado sucedía en el barrio El Pantano, no habitado en aquel entonces. Nuestra experiencia en Siguatepeque daba cuenta de la existencia de peces tipo sardina, color plateado y saltarines que habían emergido de un canal de agua estancada y saltando llegaron al chorro de agua (mientras aforábamos un pozo) en busca de agua fresca, rica en oxígeno. Con este conocimiento visitamos el barrio El Pantano y no encontramos evidencias, continuamos al lugar informado y, “sorpresa”, el tipo de pez era el mismo de Siguatepeque, pero más grande, color plateado y saltarín.
Zúñiga Andrade, meteorólogo hondureño, nos informó que en ese mes se forman en Yoro nubes tipo Cumulonimbos mammatos, color muy oscuro, y que al llover se escucha un sonido especial producido por el viento. Ambos fenómenos, la existencia del pez plateado saltarín “tipo sardina” y el tipo de nubes con estruendos, se conjugan para formar la existencia de “la lluvia de los peces de Yoro”, no obstante, la lluvia de peces, relato que alimenta el folclore, puede desaparecer porque el pez se extrae con redes, y si disminuye la población hembra puede extinguirse una de las principales leyendas que “linda” entre la realidad y el folclore de Honduras. Este año (2018) la lluvia especial, como cada año, se presentó y los peces fueron encontrados cerca de la ciudad, según nos contara uno de los connotados hijos de Yoro, el maestro de generaciones Próspero Díaz Morales, fiel defensor de la lluvia de peces de su ciudad natal.
Rodolfo Ochoa Alvarez/Tegucigalpa