Navidad somos todos aquellos que decidimos nacer de nuevo cada día, dejando entrar a Dios en nuestras almas. Por ello es preciso no solo adornar nuestra casa para esta Navidad, sino también adornar nuestro corazón con el perdón, la caridad y el amor al prójimo. Se trata de descubrir que no solo espero al Señor, sino que Él también me espera a mí.
Así mismo, entre los poemas dedicados a la Navidad, siempre suele compartirse éste que hace énfasis en lo espiritual por encima de lo material, destacando el deseo de poder armar en esta Navidad “un árbol dentro de mi corazón y colgar en él, en lugar de esferas regalos y adornos, los nombres de mis más queridos amigos, familia, y gente a quien amo.
Los que viven lejos y los que viven cerca, los antiguos y los más recientes, los que veo todos los días y los que raras veces veo, los que siempre recuerdo y los que a veces olvido, los de las horas más difíciles, y los de las horas intensamente felices.
Los que sin querer me hirieron, aquellos que conozco profundamente y aquellos que conozco poco, mis amigos humildes y mis amigos importantes, los que me enseñaron valiosas enseñanzas y los que tal vez un poquito aprendieron de mí.
Quiero que este árbol tenga raíces profundas y fuertes, para que los nombres de mis amigos, familia y seres queridos nunca jamás sean arrancados de mi corazón, y que sus ramas se extiendan gigantes para colgar nuevos nombres que venidos de todas partes se junten con los existentes, un árbol de sombra agradable, para que nuestra amistad, amor, confianza y cariño sea un momento de reposo en la lucha diaria de la vida.
Quiero que el espíritu de la Navidad haga de cada deseo la más hermosa flor, de cada lágrima una sonrisa, de cada dolor la más brillante estrella y de cada corazón una dulce y tierna morada para recibir a Jesús”, que es la razón verdadera de la Navidad. No la cena, que es una costumbre. El árbol, que en sentido tradicional, es un adorno, e incluso, Santa Claus, una leyenda.