Muchas compañías que ya han dejado de ser una organización simple mantienen una estructura funcional durante toda su existencia, en la que el trabajo se divide por departamentos. Es preferible ser una organización funcional mientras la organización pueda seguir siendo una. Tener departamentos funcionales tales como ingeniería, producción y finanzas que se reportan directamente con la persona que funge como CEO, resulta en un flujo más libre de información y personal. Sin embargo, puede llegar el momento en el que la organización funcional de la compañía deje de funcionar.
La compañía puede haber decidido diversificarse en regiones o productos y necesite responder mejor a las necesidades del mercado y sus clientes. Entonces, la compañía puede decidir crear una organización divisional, que son autónomas y están organizadas para dar una mejor respuesta a clientes y al mercado. O tal vez elijas una configuración matriz que responde mejor tanto en dimensión funcional como en orientación producto/mercado, pues la empresa se organiza como una compañía divisional en un eje y funcional en el otro.
En mi compañía, pasamos de ser una compañía simple a ser una funcional. Ahora veo la importancia de tener una estructura organizacional clara que responde a las necesidades tanto de la compañía como del entorno externo. Incluso con la misma calidad de procesos y sistemas, desde que terminamos de implementar nuestra organización funcional, el flujo de nuestro trabajo ha mejorado significativamente.
Analizar cuál tipo de estructura es la mejor para tu compañía u organización no solo les dará más fluidez y éxito a las operaciones; también propiciará el crecimiento. Cuando llegue el momento, evalúa la posibilidad de pasar de tener una estructura simple a una funcional, divisional, u otra que se adapte más a tus necesidades. Verás que valdrá la pena el esfuerzo.