El 7 de abril de 2014 nos enteramos de que seríamos “el primer país en Centroamérica en aplicar el cobro del combustible por litros”. En una confusa explicación (del estilo “no aclares, que oscurece”), un ejecutivo del gremio ligado a la distribución de hidrocarburos daba cuenta de que era porque el precio del galón superaba los 100 lempiras, porque acá se usaba el sistema métrico decimal para medir “el aceite, bebidas y otros productos” y porque “la bomba de combustible solo tiene cuatro dígitos”, en fin, todas las razones para justificar que ya no se pagaría por 3.78 litros (un galón) sino por litro. Y aunque así se aprobó finalmente, todavía no he escuchado en cuatro años a un “bombero” preguntarme: “¿Cuántos litros le doy joven?”.
Debo a un amigo la siguiente explicación: “Miguel, el hondureñito casi nunca compra por galones y menos lo hará por litros, porque cuando llega a la estación pide 100, 200 lempiras, o el tanque lleno”. Es decir, la medida era supuestamente para evitar complicaciones matemáticas, redondeos y otras prácticas poco ortodoxas, ante un “problema técnico” (con las bombas), pero realmente lo era también ante otro más delicado: el precio del combustible había superado la “barrera psicológica” de los 100 lempiras. No hay otra explicación, pues el sistema métrico decimal es de obligatoria aplicación en el país desde el 22 de febrero de 1897.
En aquella fecha -así lo decía el número 1383 de 29 de setiembre de 1896 de La Gaceta, periódico oficial de la República de Honduras- el presidente Policarpo Bonilla publicaba el Reglamento del Sistema Métrico Decimal, para dar fin al arbitrio y la falta de uniformidad de pesos y medidas prevaleciente en el país “que cambian al pasar de uno a otro departamento”. De uso obligatorio a partir del 22 de febrero de 1897, también se mandaba proveer a cada pueblo de modelos de cada una de las unidades de medida de longitud, volumen, líquidos, peso y hasta unidad monetaria, adjuntándose una tabla de equivalencias para una mejor comprensión y empleo del “nuevo sistema” que había sido adoptado un siglo antes (1793) en la Francia revolucionaria. Curiosamente, en aquella tabla se precisaba que un galón (cinco botellas) equivale a 3.456 litros (¡no 3.78!).
En su breve exposición de motivos, el reglamento exponía la confianza en la comprensión total y fácil uso de las nuevas medidas debido a su sistematicidad, correlación y sencillez. Y ciertamente lo es, como damos fe todos los que en la escuela aprendimos su lógica de múltiplos y submúltiplos en unidades decimales. Sin embargo, algo no salió bien aquí después de más de 100 años pues usted, querido lector o lectora, responde en metros cuando le preguntan su estatura y en libras cuando se atreve a confiarle su peso a los demás.
Cambiar los hábitos y costumbres no es fácil: los mismos franceses creadores del sistema métrico decimal lograron oficializarlo y hacerlo obligatorio hasta 1840, luego de un retroceso en 1800 cuando se autorizó el empleo de las antiguas medidas. Como veremos, el tiempo y perseverar son de ayuda, cuando no nos salen bien las cosas.