Pudiéramos empezar recordando las tragedias que se han logrado superar con una cuota de sacrificio, que por lo general la aportan los más desposeídos, pero serviría solo para consolarnos y esto no sirve, porque ante esta pandemia hay que mantener una actitud positiva y optimista para vencerla. Y es que un inesperado visitante propiciador de muerte nos mantiene en aislamiento forzoso, paralizando el diario accionar, impidiendo nuestra actividad de manera normal, abrumando y desesperando por doquier. Al covid-19 se le otorgan múltiples orígenes: que proviene de una guerra biológica de los chinos para alterar el actual orden mundial, negligencia humana al dispersarse de un laboratorio, de origen natural y animal por gustos gastronómicos, citado en la Biblia como algo apocalíptico y hasta le aluden origen extraterrestre; por su parte la Organización Mundial de la Salud (OMS) vacila en su verdadero origen. Lo cierto es que está en plena actividad propiciando muertes y marcará un antes y un después en el comportamiento social mundial. La historia indica que las fatalidades se han resuelto mediante acciones de toda índole con grupos de interés según ocurrencia espacial de los hechos, llámese país, región, etc. Y esa actitud de lucha hay que mantenerla ante esta adversidad -con una particularidad significativa-, la solución no solo es de determinados países o regiones, sino que compete a todos como unidad social mundial sin distingos de ninguna clase. Se debe estar en esto juntos, aunque no unidos físicamente sino a la distancia, implicando que el primer responsable somos todos.
Tenemos una asignación a cumplir mediante la solidaridad, mencionada en solitario pero unificadora de otros valores humanos olvidados por la sociedad al mantener su práctica social en franca decadencia por el individualismo extremo propiciador de la indiferencia y de la insensibilidad; pero ahora afloran esos valores que unifican, lástima que surjan por la necesidad de combatir un virus y no de manera espontánea como seres humanos que somos -increíble que así sea-, pero lo estamos viviendo y este cambio ya marca un después.
Lo que sucede es digno de meditación profunda para examinarnos y reconvertirnos en lo que hemos sido siempre desde nuestros ancestros, pero que los “avances y la modernización del mundo” han empañado a ese ser social que somos por naturaleza y necesidad de existencia. Esa insuficiencia social unificadora debe sustituirse por la unidad total para vencer la pandemia en pro del bien común que prioriza no a uno, ni a un grupo, ni a región en particular, sino el todo social mundial. Como siempre ha sucedido ante la aflicción y la más fatal de las desventuras, se debe de aprender y obtener algo positivo para provecho general y ello permite esbozar una amplia sonrisa para mitigar el rictus de intranquilidad; recordemos, ante cualquier crisis aflora lo mejor que tenemos como seres humanos comprendiendo la vida misma en toda su dimensión… Al superar la crisis, tendremos una superación general, sobre todo humana y veremos la necesidad de la unión ante aquello considerado como infortunio social. Que así sea…