Se cumple un año más de aquel día histórico para los hondureños, el 28 de junio de 2009 vio el final de un proceso que alteró la paz y la tranquilidad de nuestro pueblo. Las Fuerzas Armadas, en apego a su misión constitucional, bajo mi liderazgo como Jefe del Estado Mayor Conjunto y por mandato de la Corte Suprema de Justicia, hicieron que se respetara el imperio de la Constitución, terminando con el conflicto generado por la Consulta conocida como “cuarta urna”, considerada por unos “como una simple encuesta”. Nada cuesta ser honestos, dividió y confrontó al país en el marco de una lucha infecunda y cruel entre la izquierda y la derecha, que a nuestro juicio han causado graves daños a la sociedad hondureña hasta el día de hoy.
En mi opinión, ambas ideologías tienen puntos positivos que podrían impulsar el desarrollo de los pueblos; pero, hasta hoy, lo que hemos visto es todo lo contrario, incapacidad, corrupción, vinculación al crimen organizado y al narcotráfico, mayor pobreza, desigualdad, exclusión y violencia.
La historia de Honduras es amplia: el descubrimiento, la conquista, la independencia, las gestas morazánicas y el surgimiento de la República. Las guerras fratricidas de inicios del siglo XX, el Cariato, los gobiernos militares, la democracia, que resurge en 1982, la crisis de 1985, hasta llegar al 28 de junio de 2009, sin olvidar la crisis política de 2017 y ahora la pandemia del covid-19 que amenaza a todos los hondureños por igual, contra la que hay que luchar con humanismo, transparencia en el uso de los recursos financieros y con talento humano.
Adriana Corona, periodista mexicana, dice que existen tres clases de personas: los constructores, que enriquecen la existencia humana; los destructores, idólatras que buscan el poder sin importarles la destrucción o el sufrimiento humano que puedan ocasionar; y los conformistas, que no hacen ni dejan hacer pero que critican y censuran sin aportar nada al desarrollo de las sociedades. ¿Reflexionemos entonces, según esta teoría donde nos ubicamos, en los constructores, destructores o conformistas?
Yo creo que el hombre puede cambiar de ideas y de posiciones para bien o para mal. En 2009, un amplio sector de la sociedad cambió de posición y salvó la democracia. El mismo sector, ignorando la lección de 2009, apoyó una reelección ilegal en 2017 y en ambas crisis se dio el mismo fenómeno: miedo al socialismo del siglo XXI y temor a las ambiciones desmedidas de poder, lo que dio lugar desafortunadamente a instaurar una autocracia, disfrazada de democracia, donde las principales decisiones del país recaen en una sola persona.
Hoy nos amenaza una crisis mayor: el coronavirus y junto a este, la forma equivocada y poco profesional de cómo se ha manejado la pandemia, la sospechosa inversión de los recursos y la manifiesta incapacidad de las autoridades. Sin embargo, sé que los hondureños vamos a superar este grave problema, vamos a culminar nuestras diferencias y vamos a levantar al país llevándolo hacia un mejor futuro. Hoy tenemos la oportunidad de parar a los corruptos, unirnos los honestos y patriotas para construir una nueva nación, grande, democrática y justa.
Para finalizar, afirmo que como cualquier hecho histórico el 28 de junio de 2009 quedó atrás. Soñemos juntos una nueva Honduras, con un gobierno de integración, decente, capaz, honesto, con profesionales técnicos disciplinados que luchen por el bienestar y por darle dignidad a nuestro pueblo, dejando atrás la confrontación política que tanto daño hace a las naciones. Nunca olvidemos que todo lo que se hace dentro de la ley beneficia a Honduras; todo lo que se hace fuera de la ley daña los sagrados intereses de los hondureños y de la patria. Unidos somos uno pero fuertes y desunidos somos muchos pero débiles.