Las horas pasan, los días terminan y escapa el año 2024. Como suele ocurrir al hacer el balance de lo que nos ha dejado el Año Viejo, encontramos que puede haber cosas buenas, muchas de ellas trascendentes para los pueblos de América, así como otras que son reflejo de la agitación política, económica y social en el continente. Siempre tenemos que hay, “lo bueno”, “lo malo” y “lo feo”.
El Salvador, México, Panamá, República Dominicana, Uruguay, Venezuela y Estados Unidos, celebraron elecciones presidenciales, mientras que Guatemala y Argentina estrenaron gobiernos en medio de situaciones complicadas para ambos países que, –curiosamente– dieron un giro en el timón gubernamental, al cambiar drásticamente la corriente política dominante.
Salvo Venezuela, en donde se demostró que hubo un fraude descarado de parte del chavismo para favorecer la reelección de Nicolás Maduro, en las demás elecciones no hubo demasiadas sorpresas y los ganadores, Nayib Bukele (El Salvador), Claudia Sheinbaum (México), José Raúl Mulino (Panamá) Luis Abinader (Rep. Dominicana), Luis Lacalle (Uruguay) y Donald Trump (EEUU), ganaron con comodidad en las urnas.
Los resultados electorales muestran que la democracia en América es bastante resiliente, aunque hay dictaduras que niegan completamente el buen funcionamiento de ese sistema político. En Cuba, Venezuela y Nicaragua, la democracia no existe. Se trata de dictaduras totalitarias que no respetan los principios básicos de una democracia, mucho menos permitir la celebración de elecciones libres y transparentes, como lo han demostrado en el pasado Cuba, Nicaragua y, más recientemente, Venezuela.
Estos tres países son dictaduras claras y llanas. Los tres poderes del Estado están dominados totalmente por el partido político dominante, la justicia es parte del sustento de los dictadores y las libertades ciudadanas, incluyendo la libertad de expresión, son prácticamente inexistentes.
En el siguiente peldaño aparecen gobernantes o futuros presidentes de corte autoritario. Donald Trump, Nayib Bukele y Javier Milei, muestran una personalidad inclinada a gobernar con puño de acero y, mucho me temo, darán de qué hablar a lo largo del nuevo año, por su fuerte inclinación hacia el autoritarismo. En el caso de Trump, aunque asume hasta el 20 de enero, ya empezó a mostrar su peculiar personalidad, al amenazar con “retomar el control” del Canal de Panamá, simplemente porque no le gustan las tarifas que se cobran por el paso de los barcos.
Mulino tuvo que recordarle al futuro presidente de la nación más poderosa del mundo, que su país es soberano y que las tarifas se establecen de manera técnica y no antojadiza. Esto ha sido una especie de “aperitivo” de lo que está por venir con Trump en la Casa Blanca. Otro aspecto a considerar por la llegada de Trump, es que más de 11 millones de latinoamericanos indocumentados en Estados Unidos corren grave peligro de ser deportados de ese país, en cumplimiento de la promesa de campaña que formulara el magnate y político estadounidense.
México aún celebra la llegada de la primera mujer a la presidencia de la República. Sheinbaum parece tener mucha firmeza y no hay que ser un genio para anticipar que su sexenio verá mucha tensión entre ella y Trump, sobre todo, si el futuro presidente estadounidense pretende imponer políticas y acciones a su vecino del sur.
De hecho, prácticamente todos los presidentes de Latinoamérica están a la expectativa de las políticas de Washington hacia la región, luego de que asuma la nueva administración, que estará plenamente dominada por los republicanos, lo que asegura que Trump podrá llevar adelante prácticamente todo lo que pretenda.
El balance del año muestra como “lo bueno”, que el ejercicio democrático de elecciones se haya respetado en la mayoría de los casos. “Lo malo” es que, en vez de observar una tendencia hacia gobiernos más democráticos, lo que vemos es que cobra fuerza el autoritarismo. Tanto Bukele como Milei tienen a su favor que están dando resultados. En el caso del presidente salvadoreño, por cierto el mandatario con mayor popularidad en todo el continente, aprovecha el control que tiene sobre todos los poderes del Estado para dar los resultados que el pueblo desea. En su segundo período podría verse una actitud más autoritaria, según analistas y expertos, tanto salvadoreños como internacionales.
Y finalmente, “lo feo” del año ha sido el robo de las elecciones en Venezuela para favorecer a Nicolás Maduro y al chavismo. El 10 de enero será la juramentación del reelegido presidente y la oposición tendrá menos espacios. Edmundo González, ganador de los comicios, está por volver a Caracas, pero su seguridad y libertad no se pueden ver aseguradas.
Estas elecciones pueden cambiar el rumbo de los países. En 2025 se verá si esos cambios se encaminan a mejorar y fortalecer la democracia, o esta tiene que seguir debatiéndose entre “lo malo” y “lo feo”...