Retomar la lucha contra la corrupción, pero sobre todo reorientarla desde una política exterior vista como un problema de seguridad nacional para los EE UU, abrió la puerta para crear una agenda conjunta y respaldada por todos los sectores que desean el desarrollo y bienestar de los pueblos de los países del triángulo norte de Centroamérica: Guatemala, Honduras y El Salvador. Ya el secretario de Estado de los EE UU, Antony Blinken, dijo que la corrupción le cuesta a Centroamérica 13 mil millones de dólares; dinero que podría utilizarse para fortalecer programas de salud y educación que tanto necesitan los ciudadanos y que además de enfrentar pandemia y problemas económicos, también sufren con muchos problemas psicosociales; de ansiedad y depresión, por ejemplo. La corrupción enferma las sociedades, les quita la esperanza y mata sus ciudadanos, por ello además de aplaudir la iniciativa de los EE UU, también debemos sumarnos a contribuir cada quien, desde su trinchera, para buscar fortalecer la lucha contra la corrupción desde la ciudadanía, restringiendo la impunidad, apelando a la justicia y al desarrollo humano sostenible y el respeto a los derechos humanos. Diferentes organizaciones de la sociedad civil lanzaron recientemente el primer centro para luchar contra la corrupción, a través de una voluntad conjunta contra la corrupción y la impunidad en los países del Triángulo Norte de Centroamérica. El Centro contra la Corrupción y la Impunidad en el Norte de Centroamérica (Ccinoc) fue presentado en un evento virtual en el que participaron representantes de las organizaciones civiles y el enviado especial del Gobierno de EE UU para el Triángulo Norte, Ricardo Zúñiga, entre otros. Desde que se ha fijado como un objetivo la lucha contra corrupción, EE UU acompañará cualquier esfuerzo que pueda venir a combatir este flagelo que solo ha traído pobreza a los países. De ahí que se ha comenzado a articular actores claves en los que se debe coartar la corrupción en función de que deje de afectar a la ciudadana de estos países. Todos los que tenemos función fiscalizadora debemos asumir un rol protagónico y además empoderar a la ciudadanía de esta labor para articular acciones de sociedad civil, gremios y sector privado, en la que se pueda desnudar, desenmascarar, pasando a la cancha con el balón para estar en el juego y dejando de aplaudir esta iniciativa desde las graderías.