Imaginémonos que el proceso de reforma universitaria es como el largo viaje en un tren en el que vamos de Tegucigalpa hacia Puerto Cortés. Unos estuvimos en la partida, encendimos la locomotora al promulgar la nueva Ley Orgánica, trazamos el rumbo y la pusimos en marcha hacia su destino; por diversas razones, en alguna estación, nos tocó bajarnos. Nuevos ocupantes subieron, tomaron nuestros asientos, pero, a su vez, en alguna estación les tocará apearse. Cada cual, en su trayecto, hará seguramente aportes significativos, pues se trata de una construcción colectiva y no, como le ocurre al campeón de boxeo, que alcanza solo la medalla de oro. Para que todos los maquinistas avanzaran hacia el mismo objetivo y para que los relevos tuvieran una brújula, se aprobó una Ley, un Plan para la Reforma Integral de la UNAH y algunos reglamentos. Cada quien conserva la libertad de imprimirle a su gestión su estilo personal, pero siempre manteniendo el rumbo.
Hay que ponderar que antes del 2004 la UNAH ya tocaba fondo. Una Ley Orgánica que concentraba el poder en la Rectoría y unas autoridades, frentes estudiantiles y dirigencia del Sitraunah, en una especie de cofradía, usufructuaban la institución y la llevaron al desastre; el gobierno universitario coludido, cedió la responsabilidad de dirección, gestión y conducción al sindicato, al grado que no se sabía dónde empezaba la responsabilidad del gobierno universitario. Esa simbiosis fue gravísima porque deformó la relación con las autoridades y dio un poder “excesivo” a la dirigencia del Sitraunah en detrimento de la gestión universitaria. Era una cultura que pensaba más en intereses particulares que en la calidad de la educación superior. Casi ni quisiéramos recordar aquel Consejo de Administración totalmente fuera de control, las suspensiones intempestivas y diarias de labores, el irrespeto a la autoridad, los predios universitarios abandonados y convertidos en mercado, los procesos electorales estudiantiles para elegir autoridades o integrar los órganos de gobierno totalmente deslegitimados por un uso abusivo de la paridad estudiantil. El 6% constitucional del presupuesto no se sabía adónde iba a parar. El “poder absoluto” había corrompido absolutamente el alma máter. Gracias a la gestión actual se detuvo el deterioro de la imagen institucional. En el primer periodo, la señora rectora se entregó a sus funciones como quizá antes nadie lo había hecho. Ingrato resultaría desconocer que se han efectuado muchos avances, de allí que estas reflexiones más bien pretenden reconocer ese liderazgo de la rectoría para seguir obteniendo triunfos, pero con inclusión, democracia, disciplina y responsabilidad.
Los desencuentros y la crisis actual tengan probablemente como causas haber: a) partido del criterio erróneo que con la autoridad actual se inicia y termina la reforma, cubriendo con un sagrado manto de olvido los aportes de los predecesores; b) se cayó en deducciones intuitivas por no desentrañar los hechos y trabajos que precedieron y sucedieron a la emisión de la nueva Ley, sin entrar a su estudio científico, dialéctico y pormenorizado; c) falta de tino al hacer la lectura de los movimientos sociales, al interpretar y aplicar las metas, objetivos, valores y principios que inspiran la reforma y sustituirlos por la intuición personal; d) se ha centralizado en vez de desconcentrar, aspecto que va contra la letra y espíritu de la Ley; se exige la sumisión de los órganos de control y se ha impedido la integración y funcionamiento de los órganos de gobierno universitario (CU, Juntas Directivas de Facultades y Comités Técnicos de Carrera); e) la obra física, el tema de seguridad, el asunto del Hospital Escuela y la diaria presencia mediática han desplazado la atención de lo académico, de la investigación y del interés superior del estudiante, así como de la imperiosa necesidad de preparar el relevo generacional docente; f) haber cambiado los semestres de una universidad pública por los trimestres de las fábricas de egresados de las universidades mercantilistas, sin reformar los planes de estudio y sin tener en cuenta que las asignaturas troncales de las diferentes carreras no pueden desarrollarse en un trimestre, mientras que otras sí; g) desde que se reeligió a decanos y directores sin una evaluación previa, solo bajo la condición que apoyaran la relección (dando y dando), el concurso público para acceder a los altos cargos quedó desacreditado, sumado a que las contrataciones de docentes se hacen al margen del Estatuto del Docente, ayer era el nepotismo del Sitraunah, ahora es la endogamia académica (la parentela de las autoridades ha acaparado las plazas); h) haber sustituido el diálogo, el arreglo directo y negociado en la solución de conflictos de todo tipo, por la confrontación, táctica que dio resultado frente a una dirigencia sindical y docente deslegitimada, pero que ha fracasado frente a conductores estudiantiles remozados en la fuente eterna de la juventud; i) es un contrasentido pretender realizar la reforma sin o contra los actores estratégicos: docentes y estudiantes, al grado que violando la autonomía estudiantil y contra nuestro parecer, desde el Consejo Universitario, se impuso un Reglamento Estudiantil, que afortunadamente los estudiantes nunca obedecieron; j) el haber reformado la Ley para satisfacer caprichos personales, lo que en su oportunidad no compartimos; k) en una universidad, dada la diversidad de intereses, el conflicto es inevitable, no se trata de suprimirlo, ignorarlo o diferirlo, si no de controlarlo, pero en una evidente incapacidad para manejar el conflicto interno se ha violado la autonomía universitaria al pedir la intervención de la policía, el ejército, la fiscalía y los órganos jurisdiccionales; l) se ha criminalizado una garantía constitucional y un derecho humano fundamental como lo es el derecho a la protesta, a la manifestación y a la reunión, persiguiendo a los estudiantes, tratándolos como enemigos, como vulgares delincuentes y promoviendo contra ellos una costosa campaña mediática, como en las peores épocas de la doctrina de la seguridad nacional; m) donde todos piensan igual, nadie piensa mucho, no se respeta la diversidad, el pluralismo y el derecho a disentir, como no hay autocrítica, tampoco hay autoevaluación y como no se acepta la crítica, artículos como éste no aparecen en los medios universitarios, solo se publican los que signifiquen alabanza al equipo rectoral (como en las épocas de las monarquías). En suma, se torció la estrategia trazada por el legislador, sustituyendo la cultura y los valores institucionales, por los personales.
Es incuestionable que la locomotora se descarriló (en vez de avanzar para Puerto Cortés, está a punto de llegar a Amapala); la Reforma se hizo pensando en una universidad pública, formadora de ciudadanos pensantes, libres y participantes, no en una fábrica de egresados según las prácticas de ahorro y acumulación de capital de las universidades de los trimestres en las que se quiere tener estudiantes y profesores obedientes y temerosos de ser castigados por ser creativos y rebeldes cuando la situación lo reclama.
Es preferible perder un periodo, que perder el rumbo de la UNAH. Los estudiantes tienen la razón. La reforma debe ser reconducida, el tren debe retomar su rumbo: y no se trata de seguir destituyendo rectores, sino de hacer una profunda autocrítica y crítica (evaluación y autoevaluación de personal, planes y procesos institucionales tal como lo ordena la Ley) para que Consejo Universitario, JDU, rectoría, vicerrectorías, decanatos, direcciones de centros regionales, docentes y estudiantes, “den un golpe de timón”, “quemen las naves” y se reconduzcan aplicando los principios y valores de libertad de cátedra, universalidad de la ciencia, representatividad, pluralismo y tolerancia, participación democrática, responsabilidad, equidad, igualdad de oportunidades, transparencia, rendición de cuentas, pertinencia, solidaridad y subsidiariedad. Que en vez de la intuición personal, retomen la Ley y el Plan para la Reforma Integral de la UNAH y enaltezcan la función docente y de investigación. Nada más.
Esos principios son guías y verdades profundas, no cambian, no mueren, y podemos depender de ellos. No se divorcian de nosotros y se van con los mejores amigos. No están un día aquí para irse al día siguiente. Están a salvo de huracanes, terremotos, robos o secuestros. No están ansiosos por conquistarnos. Su validez no depende de los trotskistas (a quienes mucho se les debería escuchar), ni de Libre, ni de los cachurecos, ni del clima, ni de la moda. Son hebras estrechamente entretejidas que deberían atravesar con exactitud, consistencia, belleza y fuerza la trama de la vida universitaria. La observancia de esos principios y valores, convertirá a la UNAH en una institución autoconsciente, inteligente, proactiva, no limitada por las actitudes, conductas y acciones de quienes la dirijan, ni por las influencias gubernamentales o de los partidos políticos. En ellos está su filosofía y doctrina. Si los aplican les servirán de sostén en las adversidades y de aliento en los triunfos. Algo así como lo que representó la marsellesa para los soldados franceses en las guerras napoleónicas.
¿Por qué, ahora más que nunca, en esta crisis, tenemos que hablar de esos valores y principios institucionales? Porque el éxito de la reforma, en gran medida, será la suma de aplicar esta declaración de principios, de ellos dependerá la clase de autoridades, docentes o estudiantes y no tanto de su cantidad. Ellas son como brújulas académicas que señalan los caminos de la reforma; constituyen un culto a la dignidad y sensibilidad del universitario; son los rasgos de carácter que deben impulsar la reforma. Sólo cuando esos valores y principios se conviertan en hábitos, en costumbres, en tradiciones, en estilo de gobierno, en cultura, autoridades, docentes y estudiantes estarán bien preparados para contar con una UNAH indestructible.
Ha comenzado a reconstruirse el tejido social universitario. Los estudiantes están convencidos de que ahora son dueños del destino del alma máter (luego lo estarán los docentes, que sumados, integran las dos terceras partes del gobierno universitario); que la tarea que se han impuesto es superior a sus fuerzas; que las acometidas de la autoridad no están por encima de lo que ellos son capaces de soportar; mientras tengan fe en su causa, en sus metas y objetivos; mientras mantengan una indeclinable voluntad de vencer y se mantengan en aquellos valores y principios, la victoria estará a su alcance. Siempre respetando a la autoridad y cumpliendo la normativa universitaria.
Quien recoge una punta del palo, también recoge la otra. Reconozco que, como mis compañeros de viaje, no estoy exento de culpas, yo también he cometido errores y soy corresponsable en más de alguna de las desviaciones que señalo, pidiendo disculpas por ello, con afecto para todos y sin odio contra nadie, como una contribución al debate, he escrito este himno a los principios de la Ley Orgánica, ahora que siento que la pista se me está agotando y dando gracias por haber sobrevivido a una delicada operación de corazón abierto (trasplante de válvula aórtica), como una muestra de gratitud al ALMA MÁTER y a la vida universitaria, por haberme permitido participar: a) como estudiante en casi todos los cargos a que un dirigente pueda aspirar (FRU, FEUH, FEUCA, CSUCA, OCLAE, UIE); b) como docente, investigador y extensionista durante cuarenta y dos años en trece carreras y, en la gestión y administración, como Presidente de la JDU; c) corredactor de la Ley Orgánica, el Estatuto del Docente Universitario, coordinador del Proyecto de Ley de Educación Superior ya en manos del CN; d) negociador de Contratos Colectivos; y, e) proyectista de varios de los reglamentos. Y, si me lo aceptan, seguiré contribuyendo ad honorem.
Hay que ponderar que antes del 2004 la UNAH ya tocaba fondo. Una Ley Orgánica que concentraba el poder en la Rectoría y unas autoridades, frentes estudiantiles y dirigencia del Sitraunah, en una especie de cofradía, usufructuaban la institución y la llevaron al desastre; el gobierno universitario coludido, cedió la responsabilidad de dirección, gestión y conducción al sindicato, al grado que no se sabía dónde empezaba la responsabilidad del gobierno universitario. Esa simbiosis fue gravísima porque deformó la relación con las autoridades y dio un poder “excesivo” a la dirigencia del Sitraunah en detrimento de la gestión universitaria. Era una cultura que pensaba más en intereses particulares que en la calidad de la educación superior. Casi ni quisiéramos recordar aquel Consejo de Administración totalmente fuera de control, las suspensiones intempestivas y diarias de labores, el irrespeto a la autoridad, los predios universitarios abandonados y convertidos en mercado, los procesos electorales estudiantiles para elegir autoridades o integrar los órganos de gobierno totalmente deslegitimados por un uso abusivo de la paridad estudiantil. El 6% constitucional del presupuesto no se sabía adónde iba a parar. El “poder absoluto” había corrompido absolutamente el alma máter. Gracias a la gestión actual se detuvo el deterioro de la imagen institucional. En el primer periodo, la señora rectora se entregó a sus funciones como quizá antes nadie lo había hecho. Ingrato resultaría desconocer que se han efectuado muchos avances, de allí que estas reflexiones más bien pretenden reconocer ese liderazgo de la rectoría para seguir obteniendo triunfos, pero con inclusión, democracia, disciplina y responsabilidad.
Los desencuentros y la crisis actual tengan probablemente como causas haber: a) partido del criterio erróneo que con la autoridad actual se inicia y termina la reforma, cubriendo con un sagrado manto de olvido los aportes de los predecesores; b) se cayó en deducciones intuitivas por no desentrañar los hechos y trabajos que precedieron y sucedieron a la emisión de la nueva Ley, sin entrar a su estudio científico, dialéctico y pormenorizado; c) falta de tino al hacer la lectura de los movimientos sociales, al interpretar y aplicar las metas, objetivos, valores y principios que inspiran la reforma y sustituirlos por la intuición personal; d) se ha centralizado en vez de desconcentrar, aspecto que va contra la letra y espíritu de la Ley; se exige la sumisión de los órganos de control y se ha impedido la integración y funcionamiento de los órganos de gobierno universitario (CU, Juntas Directivas de Facultades y Comités Técnicos de Carrera); e) la obra física, el tema de seguridad, el asunto del Hospital Escuela y la diaria presencia mediática han desplazado la atención de lo académico, de la investigación y del interés superior del estudiante, así como de la imperiosa necesidad de preparar el relevo generacional docente; f) haber cambiado los semestres de una universidad pública por los trimestres de las fábricas de egresados de las universidades mercantilistas, sin reformar los planes de estudio y sin tener en cuenta que las asignaturas troncales de las diferentes carreras no pueden desarrollarse en un trimestre, mientras que otras sí; g) desde que se reeligió a decanos y directores sin una evaluación previa, solo bajo la condición que apoyaran la relección (dando y dando), el concurso público para acceder a los altos cargos quedó desacreditado, sumado a que las contrataciones de docentes se hacen al margen del Estatuto del Docente, ayer era el nepotismo del Sitraunah, ahora es la endogamia académica (la parentela de las autoridades ha acaparado las plazas); h) haber sustituido el diálogo, el arreglo directo y negociado en la solución de conflictos de todo tipo, por la confrontación, táctica que dio resultado frente a una dirigencia sindical y docente deslegitimada, pero que ha fracasado frente a conductores estudiantiles remozados en la fuente eterna de la juventud; i) es un contrasentido pretender realizar la reforma sin o contra los actores estratégicos: docentes y estudiantes, al grado que violando la autonomía estudiantil y contra nuestro parecer, desde el Consejo Universitario, se impuso un Reglamento Estudiantil, que afortunadamente los estudiantes nunca obedecieron; j) el haber reformado la Ley para satisfacer caprichos personales, lo que en su oportunidad no compartimos; k) en una universidad, dada la diversidad de intereses, el conflicto es inevitable, no se trata de suprimirlo, ignorarlo o diferirlo, si no de controlarlo, pero en una evidente incapacidad para manejar el conflicto interno se ha violado la autonomía universitaria al pedir la intervención de la policía, el ejército, la fiscalía y los órganos jurisdiccionales; l) se ha criminalizado una garantía constitucional y un derecho humano fundamental como lo es el derecho a la protesta, a la manifestación y a la reunión, persiguiendo a los estudiantes, tratándolos como enemigos, como vulgares delincuentes y promoviendo contra ellos una costosa campaña mediática, como en las peores épocas de la doctrina de la seguridad nacional; m) donde todos piensan igual, nadie piensa mucho, no se respeta la diversidad, el pluralismo y el derecho a disentir, como no hay autocrítica, tampoco hay autoevaluación y como no se acepta la crítica, artículos como éste no aparecen en los medios universitarios, solo se publican los que signifiquen alabanza al equipo rectoral (como en las épocas de las monarquías). En suma, se torció la estrategia trazada por el legislador, sustituyendo la cultura y los valores institucionales, por los personales.
Es incuestionable que la locomotora se descarriló (en vez de avanzar para Puerto Cortés, está a punto de llegar a Amapala); la Reforma se hizo pensando en una universidad pública, formadora de ciudadanos pensantes, libres y participantes, no en una fábrica de egresados según las prácticas de ahorro y acumulación de capital de las universidades de los trimestres en las que se quiere tener estudiantes y profesores obedientes y temerosos de ser castigados por ser creativos y rebeldes cuando la situación lo reclama.
Es preferible perder un periodo, que perder el rumbo de la UNAH. Los estudiantes tienen la razón. La reforma debe ser reconducida, el tren debe retomar su rumbo: y no se trata de seguir destituyendo rectores, sino de hacer una profunda autocrítica y crítica (evaluación y autoevaluación de personal, planes y procesos institucionales tal como lo ordena la Ley) para que Consejo Universitario, JDU, rectoría, vicerrectorías, decanatos, direcciones de centros regionales, docentes y estudiantes, “den un golpe de timón”, “quemen las naves” y se reconduzcan aplicando los principios y valores de libertad de cátedra, universalidad de la ciencia, representatividad, pluralismo y tolerancia, participación democrática, responsabilidad, equidad, igualdad de oportunidades, transparencia, rendición de cuentas, pertinencia, solidaridad y subsidiariedad. Que en vez de la intuición personal, retomen la Ley y el Plan para la Reforma Integral de la UNAH y enaltezcan la función docente y de investigación. Nada más.
Esos principios son guías y verdades profundas, no cambian, no mueren, y podemos depender de ellos. No se divorcian de nosotros y se van con los mejores amigos. No están un día aquí para irse al día siguiente. Están a salvo de huracanes, terremotos, robos o secuestros. No están ansiosos por conquistarnos. Su validez no depende de los trotskistas (a quienes mucho se les debería escuchar), ni de Libre, ni de los cachurecos, ni del clima, ni de la moda. Son hebras estrechamente entretejidas que deberían atravesar con exactitud, consistencia, belleza y fuerza la trama de la vida universitaria. La observancia de esos principios y valores, convertirá a la UNAH en una institución autoconsciente, inteligente, proactiva, no limitada por las actitudes, conductas y acciones de quienes la dirijan, ni por las influencias gubernamentales o de los partidos políticos. En ellos está su filosofía y doctrina. Si los aplican les servirán de sostén en las adversidades y de aliento en los triunfos. Algo así como lo que representó la marsellesa para los soldados franceses en las guerras napoleónicas.
¿Por qué, ahora más que nunca, en esta crisis, tenemos que hablar de esos valores y principios institucionales? Porque el éxito de la reforma, en gran medida, será la suma de aplicar esta declaración de principios, de ellos dependerá la clase de autoridades, docentes o estudiantes y no tanto de su cantidad. Ellas son como brújulas académicas que señalan los caminos de la reforma; constituyen un culto a la dignidad y sensibilidad del universitario; son los rasgos de carácter que deben impulsar la reforma. Sólo cuando esos valores y principios se conviertan en hábitos, en costumbres, en tradiciones, en estilo de gobierno, en cultura, autoridades, docentes y estudiantes estarán bien preparados para contar con una UNAH indestructible.
Ha comenzado a reconstruirse el tejido social universitario. Los estudiantes están convencidos de que ahora son dueños del destino del alma máter (luego lo estarán los docentes, que sumados, integran las dos terceras partes del gobierno universitario); que la tarea que se han impuesto es superior a sus fuerzas; que las acometidas de la autoridad no están por encima de lo que ellos son capaces de soportar; mientras tengan fe en su causa, en sus metas y objetivos; mientras mantengan una indeclinable voluntad de vencer y se mantengan en aquellos valores y principios, la victoria estará a su alcance. Siempre respetando a la autoridad y cumpliendo la normativa universitaria.
Quien recoge una punta del palo, también recoge la otra. Reconozco que, como mis compañeros de viaje, no estoy exento de culpas, yo también he cometido errores y soy corresponsable en más de alguna de las desviaciones que señalo, pidiendo disculpas por ello, con afecto para todos y sin odio contra nadie, como una contribución al debate, he escrito este himno a los principios de la Ley Orgánica, ahora que siento que la pista se me está agotando y dando gracias por haber sobrevivido a una delicada operación de corazón abierto (trasplante de válvula aórtica), como una muestra de gratitud al ALMA MÁTER y a la vida universitaria, por haberme permitido participar: a) como estudiante en casi todos los cargos a que un dirigente pueda aspirar (FRU, FEUH, FEUCA, CSUCA, OCLAE, UIE); b) como docente, investigador y extensionista durante cuarenta y dos años en trece carreras y, en la gestión y administración, como Presidente de la JDU; c) corredactor de la Ley Orgánica, el Estatuto del Docente Universitario, coordinador del Proyecto de Ley de Educación Superior ya en manos del CN; d) negociador de Contratos Colectivos; y, e) proyectista de varios de los reglamentos. Y, si me lo aceptan, seguiré contribuyendo ad honorem.
*Abogado, expresidente de la Comisión de Dirección de la UNAH