Columnistas

Aspectos positivos y negativos de las migraciones

Las migraciones de hondureños a Estados Unidos y a otros países no son un fenómeno reciente. Tristemente es una de las consecuencias de nuestra realidad socio-económica.

Las causas no las podemos atribuir a un único factor sino al estilo de vida de una sociedad que admite como normales la corrupción, la falta de oportunidades y las injusticias, por solo mencionar algunas. Es especialmente sensible en este fenómeno la creación de oportunidades de trabajo y así ofrecer una forma de vida digna a todos los ciudadanos. El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia Católica menciona que “La capacidad propulsora de una sociedad orientada hacia el bien común y proyectada hacia el futuro se mide también, y sobre todo, a partir de las perspectivas de trabajo que puede ofrecer”.

“El alto índice de desempleo, la presencia de sistemas de instrucción obsoletos y la persistencia de dificultades para acceder a la formación y al mercado de trabajo constituyen para muchos, sobre todo jóvenes, un grave obstáculo en el camino de la realización humana y profesional”. “Quien está desempleado o subempleado padece, en efecto, las consecuencias profundamente negativas que esta condición produce en la personalidad y corre el riesgo de quedar al margen de la sociedad y de convertirse en víctima de la exclusión social”. “Además de a los jóvenes, este drama afecta, por lo general, a las mujeres, a los trabajadores menos especializados, a los minusválidos, a los inmigrantes, a los ex-reclusos, a los analfabetos, personas todas que encuentran mayores dificultades en la búsqueda de una colocación en el mundo del trabajo”. Aún con todos los aspectos negativos que representa la migración de personas, no podemos dejar de lado que responde, de forma indirecta, a la forma de suplir diversas necesidades, tanto en el país de origen (a través de las remesas) como en el de destino. Los inmigrantes representan una fuerza laboral que asumen muchas tareas imprescindibles. En el libro citado se menciona: “La inmigración puede ser un recurso más que un obstáculo para el desarrollo. En el mundo actual, en el que el desequilibrio entre países ricos y países pobres se agrava y el desarrollo de las comunicaciones reduce rápidamente las distancias, crece la emigración de personas en busca de mejores condiciones de vida, procedentes de las zonas menos favorecidas de la tierra; su llegada a los países desarrollados, a menudo es percibida como una amenaza para los elevados niveles de bienestar, alcanzados gracias a decenios de crecimiento económico. Los inmigrantes, sin embargo, en la mayoría de los casos, responden a un requerimiento en la esfera del trabajo que de otra forma quedaría insatisfecho, en sectores y territorios en los que la mano de obra local es insuficiente o no está dispuesta a aportar su contribución laboral”. Nunca se pudo ni se podrán impedir las migraciones, pero requieren un orden y una regulación. No olvidemos que todos tienen derecho a buscar mejores condiciones para sus familias. Los gobiernos debe asegurar las condiciones adecuadas para que los migrantes, que son especialmente vulnerables, alcancen el desarrollo anhelado. “La regulación de los flujos migratorios según criterios de equidad y de equilibrio es una de las condiciones indispensables para conseguir que la inserción se realice con las garantías que exige la dignidad de la persona humana”.