El presidente saliente y el entrante poseen tanto semejanzas como diferencias en sus respectivas cosmovisiones y actitudes, tanto a lo interno como a lo externo de su país. Entre las primeras, sus edades cronológicas avanzadas, acusando ya ocasionales lagunas mentales en sus actuaciones públicas. Su origen étnico caucásico, procediendo sus ancestros de Irlanda y Alemania.
En política exterior, el uno y el otro otorgan su incondicional respaldo a Israel, en lo diplomático, financiero, militar, a expensas del derecho inalienable e imprescriptible del pueblo palestino a la autodeterminación e independencia. Respecto a China, hoy superpotencia y principal competidor de los Estados Unidos a escala global, ambos, durante sus gestiones presidenciales, han impuesto tarifas arancelarias a productos provenientes del gigante asiático: automóviles eléctricos, paneles solares -tecnologías en que China está a la vanguardia mundial-, con el fin de fortalecer al sector industrial estadounidense, en el proceso buscando reducir el gran déficit comercial existente entre ambas naciones. No olvidar que Estados Unidos mantiene una enorme deuda externa con China, que crece más y más.
Respecto a Ucrania y la guerra con la vecina Rusia -ambas de origen eslavo-, que ya lleva dos años de hostilidades a partir de febrero de 2022, Biden otorga armamentos avanzados al régimen de Zelenski, y billonarios préstamos y donaciones -en detrimento de la inversión social orientada a sus compatriotas de clase baja-, a la par del apoyo de los países miembros de la OTAN, subordinados al liderazgo e influencia de Washington, en esta sangrienta confrontación entre dos naciones que comparten vínculos culturales e históricos ancestrales. Trump ha prometido ponerle fin a esa guerra fratricida, aparentemente reconociendo los territorios conquistados y anexados por Putin.
A lo interno, Biden pertenece al Partido Demócrata, de orientación liberal, de centro derecha, Trump al Republicano, conservador, crecientemente ultraderechista, girando en torno a su voluntad. En materia ambientalista, el primero ha promovido un reemplazo gradual de la energía del petróleo y carbón por la solar y eólica, el segundo, escéptico del calentamiento global, brinda total respaldo a las multinacionales del oro negro y carbón.
En lo migratorio, que fue el tema principal de debate entre él y Harris a lo largo de la campaña electoral, el enfoque de Trump es radical comparado con el de Biden: expulsión masiva de millones de indocumentados, aun si han formado familias y procreado hijos con ciudadanos(as) estadounidenses.
La promesa de Trump de continuar con la reducción de impuestos a la élite económica y financiera, ya aplicada en su primer período presidencial, le otorga el continuo respaldo de los billonarios, encabezados por el hombre más rico del mundo: Musk, entusiastas para continuar maximizando sus fabulosos ingresos e inversiones dentro y fuera de su país.
Con su vecino sureño, México, Trump ya ha advertido que el flujo de indocumentados y drogas será respondido con tarifas arancelarias que pueden llegar a niveles máximos, pese a la vigencia del Tratado de Libre Comercio entre las tres naciones norteamericanas. De hecho, la globalización del Consenso de Washington ha dado paso al proteccionismo.
Son estos algunos elementos en que ambos políticos poseen tanto coincidencias como desacuerdos. La historia juzgará sus desempeños y actuaciones nacionales e internacionales. Lo que es evidente es que, a partir de enero de 2025, el mundo presenciara una reorientación y reordenamiento del rumbo y dirección de nuestro común hogar: el planeta Tierra.