En estos días se ha estado hablando de la necesidad de un perdón por todos los actos de corrupción y la deconstrucción del poco Estado que teníamos antes del ascenso del gobierno de Juan Orlando Hernández. Parte de la crisis del país ha sido esa, unos y otros políticos se han repartido el poder, teniendo como garantía la absolución de responsabilidades por el daño al patrimonio nacional. Ha habido como un contrato entre partes; el que llega al poder sabe que tiene que ser generoso con el gobierno anterior, para recibir el mismo tratamiento una vez que deje la Presidencia.
Hasta hace poco se decía que en Honduras un escándalo no dura una semana, ahora dura más, pero no se aprenden las lecciones; de otra manera, no seríamos uno de los países con los peores indicadores de desarrollo en América Latina, solo superado por Haití. Cabe aquella expresión popular de que quien no aprende de los errores del pasado, está condenado a repetirlos.
Como una fatalidad de la historia, es lamentable que, en nuestros días, para el caso que nos ocupa, se están repitiendo hechos que le han costado a la sociedad millones de vidas humanas y enormes recursos materiales, como las guerras, que, a pesar de los daños, se insiste en provocarlas, sobre todo, por parte de las grandes potencias, como recurso para mantener su hegemonía mundial.
Es una verdad de Perogrullo que la guerra que se libra en Ucrania se ha convertido en un factor clave para entender los enormes desafíos que se están presentando en los temas económicos relacionados con los escasez de alimentos e inflación galopante, que ya afecta, incluso a las grandes economías, y, aún así, no se busca un mecanismo, que, como el diálogo, podría poner fin a una guerra que pudo evitarse desde su inicio.
El actual modelo económico dominante en el mundo, el neoliberalismo, ha fracasado estrepitosamente, es este modelo que con su política extractivista y de alta concentración de riqueza, está llevando al planeta a múltiples crisis, pero los arquitectos de la economía global, a pesar de que esto nos puede llevar a una hecatombe planetaria, de la cual ni ellos se salvarán, insisten en mantener su recetario.
Desde que tengo uso de razón, escucho de los tales bordos de contención en el Valle de Sula, se han gastado millones de lempiras y nunca se logra que se construyan plenamente para evitar las inundaciones. No construirlos con el material y las especificaciones adecuadas se convirtió en un negocio de compañías constructoras y de funcionarios inescrupulosos y nadie ha puesto orden.
Ahí se tiene la carretera que une a Tegucigalpa con San Pedro Sula, construida con recursos de la cooperación y supervisada con criterios de alta calidad, los daños en épocas de invierno son mínimos.
Puentes, carreteras y las mismas calles de las ciudades han sido construidas sin las especificaciones de seguridad y en cada fenómeno desbordado de la naturaleza quedan destruidas como pompas de jabón.
El pasado debe servir para rescatar lo positivo y, en ese sentido, debe ser útil para construir el presente y planificar el futuro.