Cada vez son peores en el mundo las noticias diarias en torno a conductas de religiones y religiosos. Lo último proviene de Paquistán, 96% islámica, donde la policía mató a dos “blasfemos”, esto es personas que, intencionalmente o no, hicieron broma o mofa del profeta Mahoma, a similitud de Afganistán donde, para que no se corrompan ni extravíen la fe, se prohibió que las jóvenes reciban educación secundaria. Arabia Saudita luce más avanzada dentro de tales oscuros fanatismos, pues decretó otorgar licencia de conducir a las mujeres, “siempre que lo hagan en carreteras, no las ciudades”.
Más grave, aquellos supuestos blasfemos de Paquistán acudieron a la policía para que los protegiera, pues multitudes los seguían para lincharlos a causa de su “pecado”. Tras su muerte, informa The New York Times (Oct. 7), “la entrada a la jefatura de policía quedó alfombrada con pétalos de rosa, en gesto de respeto. La multitud coreaba consignas islámicas y muchos llevaban guirnaldas para elogiar a los oficiales”.
Similar, y por primera vez en la historia moderna norteamericana, se da un fenómeno relacionado con lo mismo: los hombres jóvenes son más religiosos que las mujeres, cambio que redefine la dinámica congregacional, pues según el mismo diario (Oct. 4) las muchachas se ausentan de los templos bautistas debido al machismo. El pastor se pregunta: “¿qué está haciendo el Señor, por qué nos envía todos estos jóvenes varones?”.
En muchas ciudades sureñas los varones jóvenes asisten a servicios religiosos con mayor frecuencia. Entre los cristianos de la Generación Z esa dinámica es clara: los hombres se quedan en la iglesia, mientras que la membresía femenina tiene años de estar disminuyendo. Hombres y mujeres de esa generación siguen trayectorias divergentes en casi todas las facetas de sus vidas, incluyendo educación y sexualidad. Las mujeres jóvenes siguen siendo espirituales, pero alcanzaron la mayoría de edad cuando el movimiento #MeToo abrió una conversación nacional sobre el acoso sexual y el abuso de género, en tanto que el fallo de la Suprema Corte que aprobaba constitucionalmente el aborto (1973) impulsó a muchas a prestar atención a los derechos reproductivos.
Las encuestas citan que los varones jóvenes tienen menos educación que sus pares femeninos, aunque en las principales ciudades (Nueva York, Washington) la mujer gana menos. Ellas valoran la vida familiar tradicional, mientras que los hombres jóvenes sin hijos son propensos a decir que quieren ser padres un día. Un estudiante confesó recientemente: “seguir a Jesús es difícil. Se trata de negarte a ti mismo y negar los deseos de la carne”.
La Convención Bautista del Sur afirma que “solo los hombres pueden servir como pastores y que la esposa debe someterse ‘con gracia’ a su marido. En la reunión de este verano, sus delegados votaron a favor de condenar la fertilización in vitro. Sarah Schnitker, profesora de psicología y neurociencia, sintetiza: “ellas abandonan la práctica religiosa tradicional, pues lo que buscan es claridad y significado”.
Contenidos y prejuicios como estos son los que transmiten nueve de las diez emisoras evangélicas del valle de Sula. Mal fin le espera a Honduras, pero obvio que aquí, no en el cielo.