La campaña política comenzó. Es más, ni terminó, solo continuó y se intensifica. El marco de la ley, puede ser permeable entre quienes tienen lo de “Estado de derecho” como muletilla contradicha por sus acciones. O es que estrategas y aspirantes carecen de creatividad, verdadero don, o es porque consideran que una campaña en reverso les dará más fácilmente los resultados buscados.
Se tiende a creer que el electorado está sediento de propuestas que les creen la esperanza de que una vez en el poder sus emisores, las cumplan y mejoren el bienestar de las mayorías.
Propuestas maravillosas, literalmente, han estado a disposición en varias campañas, por excelentes candidatos y candidatas, quienes sin importar sus múltiples y diversificados esfuerzos no logran la votación que les dé la victoria. Hasta podría formarse una hipótesis si a mejor propuesta menor votación.
Una campaña negativa se entiende como aquella que trata de destacar los defectos y errores del adversario en vez de las cualidades y fortalezas propias. Las descalificaciones y ofensas constituyen ideas fuerza y la ruta crítica por la que transita la propaganda.
No es que haya que ocultar ni errores ni defectos que podrían definir administraciones de gobierno. A la confrontación no hay que temerle, siempre y cuando sea la verdad su base, y el producto a obtener sea una opinión pública mejor informada.
La exigencia de “campanas de altura” por personas cuestionadas, resulta sospechoso. Quizás lo que busquen sea que sus defectos y errores/delitos, reales, no salgan a la luz y terminar engañando al votante.
Una campana negativa absurda, sin base, puede tener efecto contrario, efecto boomerang, en el grupo que la promueve, y también puede ser peor para la democracia, al disuadir la asistencia a depositar el voto, o a que voten en blanco o nulo, al perder las esperanzas. Campaña negativa, sin fundamento, como la iniciada por un sector redondo en contra de Nasralla, tiene el efecto contrario que pretenden.