El 11 de diciembre de 1964, Ernesto “Che” Guevara, representante de Cuba, pronunció un encendido discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en el que defendió la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, expresando su solidaridad con las luchas de la liberación nacional y social en el mundo. Su oratoria ante la ONU fue en defensa de la revolución cubana, porque el Dr. Guevara había sido parte de la lucha armada de liberación, teniendo el total derecho de su defensa.
Pero 60 años después, que venga la señora presidenta Xiomara Castro, en el mismo escenario, pero con diferente narración en defensa de Cuba, además de Venezuela, Nicaragua, Líbano y Palestina -como si fuera representante de esos países- es, sin duda alguna, desperdiciar la oportunidad ante la opinión pública del mundo para reclamar y exigir por Honduras, país abandonado por la justicia social y la economía global.
Durante su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, la presidenta de Honduras desconoció y olvidó el presente recurriendo al viejo discurso de madrugones de “golpes de Estado” en su contra, replanteando el “fracaso de la globalización”, y supuestas amenazas en su contra por “impulsar cambios estructurales”.
La presidenta, en su añejada oratoria de 15 años en reciclaje, señaló que el pueblo hondureño ha “resistido la opresión, la explotación y la violencia estructural impuesta por siglos” y que su gobierno ha sido amenazado por las mismas fuerzas del capital que derrocaron a su esposo, el asesor actual y expresidente, Manuel Zelaya Rosales.
Cansado, repetitivo, vacío y gris fue el discurso de Castro Sarmiento en ese recinto de liderazgo mundial, que evacuaron la sala en el momento de su disertación porque Honduras no es de ningún interés para las decisiones del mundo democrático, menos al ver que el país se ha consumido por la corrupción y el narcotráfico, con evidencias familiares grabadas en narcovideos.
En un país cuyo gobierno impulsa la inseguridad jurídica y crea un ambiente donde las leyes son ambiguas, cambian constantemente o no se aplican de manera equitativa, las consecuencias son severas y brutales para la inversión extranjera. ¿Quién querrá venir a Honduras, cuando los empresarios buscan estabilidad y certeza jurídica para invertir? Un entorno inseguro les aleja, reduciendo el flujo de capital y tecnología, disminuyendo la capacidad productiva del país y generando menos empleos. Con sus “victorias” de propaganda socialista, el gobierno incrementa la pobreza y desigualdad, más allá de la polarización e inestabilidad política y social; debilita el Estado de derecho al no respetar las leyes y los contratos y fomentando la corrupción y la impunidad, que desencadena más criminalidad y una migración escandalosa.
Se trataba de defender y colocar a Honduras en el andamiaje de las coyunturas políticas del mundo, y traer la CICIH, ya que la misma ONU es garante; de plantear alianzas estratégicas como herramienta fundamental para combatir la corrupción, la criminalidad y el narcotráfico, y contribuir a establecer estándares internacionales en materia de transparencia, rendición de cuentas y lucha contra el crimen organizado. Al unir fuerzas, los países pueden compartir recursos, conocimientos y experiencias para abordar estos desafíos globales de manera más efectiva.
También pudo, frente a esa tribuna mundial, enmendar la renuncia al tratado de extradición y volverlo constitucional; quizá solo así, Honduras pueda levantarse ante al desprestigio internacional, después de dictaduras de rateros y narcos que huyen, antes y después de su intervención en la ONU.
Señora presidenta: sea candil de la casa, no de las revoluciones que ni usted, ni todos los miembros honorables de su gobierno y su partido, pudieron hacer.