Celac en Honduras, un club de populistas

  • Actualizado: 07 de abril de 2025 a las 00:00

Mientras Honduras se desangra entre la crisis económica, la violencia desbordada y un sistema electoral manipulado que perpetúa la desconfianza, el gobierno hondureño ha decidido ofrecer al mundo un espectáculo de opulencia y derroche: la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Con un despliegue de seguridad desproporcionado y un gasto obsceno, la administración actual recibe a líderes regionales, entre ellos, presidentes populistas y dictaduras consolidadas, en medio de un país que se hunde en la penuria y el caos. No hay mejor metáfora para el fracaso de la política latinoamericana que esta cumbre: un evento vacío, protagonizado por élites desconectadas de la realidad, mientras el pueblo padece hambre, miedo y desesperanza.

En la medida que presenciamos este circo carísimo, Honduras continúa sumida en una constante crisis económica, pues la moneda se deprecia, los costos de la canasta básica se disparan y el desempleo alcanza niveles intolerables.

Sin embargo, en lugar de destinar recursos a paliar el sufrimiento de la población, el gobierno ha optado por invertir millones en protocolos, seguridad y fastuosidades para impresionar a una Celac que, en términos reales, no ofrece soluciones concretas a los problemas de la región. El despliegue de fuerzas de seguridad, con militares y policías ocupando calles y restringiendo movilizaciones, no es más que una demostración de fuerza; mientras los presidentes se alistan para la fotografía en salones alfombrados, las calles de Honduras siguen siendo escenario de masacres, extorsiones y una violencia que el Estado no ha podido -o no ha querido- controlar. La Celac, ese organismo que nació como una alternativa a la OEA pero que se ha convertido en un refugio de discursos panfletarios y acciones mínimas, llega para tratar de legitimar a un gobierno que ha perdido toda credibilidad.

El Gobierno busca inyectarse políticamente con invitados que en sus países han manipulado el discurso democrático para instaurar autoritarismos, como el desmantelamiento de la independencia judicial en México, u homólogos progresistas que tampoco pudieron pasar del discurso a la gestión de necesidades sociales, como en Colombia. Candil de la calle, oscuridad de la casa. No es casualidad que la cumbre se realice en un país donde las elecciones son cuestionadas, con el Consejo Nacional Electoral dividido y debilitado por intereses partidistas.

La Celac, en lugar de ser un espacio para discutir ampliamente las problemáticas regionales y proponer soluciones, más parece que servirá como plataforma para lavar la imagen de un régimen que sobrevive gracias al autoritarismo y la farsa.

Mientras los presidentes debaten abstractas declaraciones sobre “integración” y “soberanía”, el pueblo hondureño sigue excluido de las decisiones que afectan la vida nacional. Seguramente, no se hablará de cómo encontrar vías de solución y desarrollo para abordar las principales problemáticas que sufre el pueblo hondureño, como ser el colapso del sistema de salud, de los maestros y médicos en huelga, de los campesinos desalojados por terratenientes y el creciente éxodo de las familias que huyen del país porque ya no soportan tanta miseria. Tampoco se mencionará la militarización de la sociedad, la persecución a periodistas o el silencio cómplice ante la corrupción.

Esta cumbre es, en esencia, un acto de cinismo. Una élite socialista que gasta fortunas en un evento que solo beneficiará a los mismos de siempre: los políticos, los militares y los grupos de poder que han convertido a Honduras en un Estado fallido. La Celac no necesita más cumbres lujosas ni declaraciones vacías. Necesita, si es que algo puede salvarla, convertirse en un espacio real de convergencia y acción frente a las dictaduras encubiertas, los fraudes electorales y las crisis humanitarias que afectan la región. Pero en esta ocasión, Honduras solo será la sede de una nueva comedia más. Cuando los reflectores se apaguen y los presidentes regresen a sus países, esta cumbre pasará a la historia como un símbolo más de burla, derroche y festejo en el club de los populistas

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