Mi relación con la estética de Tegucigalpa es, digamos, conflictiva. A pesar de que nací y me crie aquí y deseo lo mejor para ella, no me termina de gustar. O será que siempre la soñé distinta, más amigable por lo menos.
Tampoco soy de los que se engañan ni pretendo que me gusta algo que no. La quiero, eso sí, pero la quiero con su verdad, no con mi ficción ni mi fantasía. El peor momento estético de esta ciudad es cuando las campañas políticas están en su momento más intenso.
Por supuesto que respeto el derecho que tienen los conciudadanos que se postulan a los cargos de elección popular, pero lo de la grave afectación a la estética de esta ciudad, y de otras, es innegable.
Aquí hablo esencialmente de la mía. Quizá sea un pequeño sacrificio que hay que hacer a favor de la democracia. Por más que los diseñadores gráficos, los publicistas y los políticos se esfuercen, no hay manera de que una calle, una avenida, un bulevar, un barrio, una residencial, una ciudad se vea linda con tantos carteles pegados por aquí y por allá.
Vallas de varios tamaños, en horizontal, en vertical y todos los recursos que usted ya conoce: eso es lo que vemos. Si usted lo piensa fríamente, es hasta inquietante ver tantos rostros mientras se transita la ciudad.
A veces me pregunto quién será esa persona y por qué hemos normalizado que votemos por alguien con nada más ver su rostro, su nombre y por mucho un eslogan.
¡Curiosísimo!También me tocó ver propaganda tirada en calles y cunetas, puede que por inocente descuido o por negligencia, pero de todas maneras allí estaban, contribuyendo a esa imagen que tenemos de las calles de nuestras queridas ciudades.
También pienso la invasión a casi todo el contenido que se consume, sea escrito, radiotelevisivo y digital. Pero como ya lo indiqué, son sacrificios que se hacen en favor de nuestra democracia.
Particularmente me sorprende porque pensé que las campañas este año serían más digitales, pero supongo que no se pueden abandonar con tanta facilidad los métodos tradicionales, pensando sobre todo en la población mayor.
O tal vez no recuerdo con tanta claridad las calles en los anteriores procesos democráticos, y quizá estuvo más llena de propaganda de lo que está ahora. No lo sé.
Sería interesante escuchar propuestas de expertos en urbanidad para conjugar esta propaganda en favor de la democracia con la belleza de los lugares, incluso potenciando las campañas y los perfiles de los candidatos y las candidatas.
Y por supuesto confío en el compromiso de todos y todas las que colocaron propaganda en algún punto de la ciudad que una vez acabado el proceso me permitan ver de nuevo la ciudad un poco más como la imagino.
Supongo que no debo ser el único con este deseo. Siempre es importante pensar, por ejemplo, en el impacto ambiental de nuestras acciones, ¿qué se hará con todo el material que se quite de la ciudad? Podemos pensar en reutilizar o reciclar.
¿Cuántos árboles se sembraron por la cantidad de papel utilizada?Los y las habitantes de una ciudad merecemos vivir no solamente un lugar con condiciones físicas, sino también con condiciones estéticas.
El ambiente en el que nos desarrollamos es muy importante, puede influir en cómo nos sentimos y cómo percibimos nuestro entorno.