Hace algún tiempo comencé un proyecto que fue producto de encontrar un vacío en la literatura hondureña que ciertamente me inquietaba bastante, y me sigue inquietando; he allí el porqué de estas palabras. Afortunadamente, en los últimos tiempos, varios proyectos editoriales han crecido, se han robustecido y se han ganado el respeto de los lectores del país, incluso a nivel centroamericano, lo que ha provocado que más autores sean publicados y, lógicamente, más obras vean la luz; es un hecho no menos que emocionante.
Sin embargo, muchas de esas obras que se publican no tienen ni un solo comentario. Eso en estos tiempos, en los que se ha facilitado tanto la divulgación a través de diferentes medios, me parece que es inconcebible. Comencé, entonces, a comentar libros. Funciona así: a casi todo lo que leo y me gusta, le hago un comentario, a pesar de que es una actividad que demanda tiempo (leer, tomar apuntes, escribir, corregir) y la tengo que conjugar con muchas otras a través de los días.
Aunque breves los comentarios, he procurado cierta profundidad (la que el tiempo me permite), evitar las zonas comunes e ir más lejos que un comentario que le calza prácticamente a todos los textos. He tratado de ser objetivo y justo, en la medida de lo posible en una actividad que implica tanta subjetividad como la apreciación literaria. En definitiva, he tratado de iluminar la lectura de otros, ya sea previa o posterior.
Decía que el porqué de estas palabras es que aún me sigue inquietando la falta de comentarios, porque para mi gusto, en comparación con el volumen de publicaciones, me sigue pareciendo muy poco. Porque insisto, creo que muchos libros se lo merecen. Y ya puesto a pensar en este hecho, caí en la cuenta de que la falta de comentarios hacia los textos delata de alguna manera el nivel de profundidad con el que se lee en nuestro país.
La lectura más profunda es la que más emociona, porque implica tomar una postura frente a lo leído y desentramar lo que en verdad está pasando frente a nuestros ojos. Y la lectura a este nivel resulta en que inevitablemente vamos a querer hablar de lo que hemos leído, porque lo logramos conjugar con nuestro pensamiento, y a quién no le gusta compartir sus ideas.
Ahora bien, alguien me podrá decir que habrá quien no escriba sobre los libros que lee porque carece de recursos técnicos, incluso puede decirme que le falta confianza para hacerlo. Es cierto que este tipo de actividades la realizan especialmente literatos, escritores, periodistas y especialistas en arte, pero no son los únicos llamados. Los docentes, por ejemplo, deberían ser de los primeros en hacerle un comentario mínimo a las obras y luego compartir y comentar con sus estudiantes. Es más, se esperaría que los estudiantes más avanzados escriban sobre lo que leen.
No es necesario un gran conocimiento técnico, los comentarios pueden ser sobre las temáticas, su relación con la realidad, las valoraciones personales, etcétera. Ya si posee algún conocimiento técnico sobre la novela, el cuento, la poesía, el teatro y hasta el ensayo, puede profundizar en otros aspectos. Comentar es, además, una gran manera de apoyar la literatura hondureña, porque sirve para iluminar a otros lectores, que quizá con una lectura previa disfruten de elementos que ellos solos no habrían notado. Así que ya no basta leer, hay que escribir.