En las aulas universitarias se ha instalado, en las últimas décadas, una peligrosa zona de confort que está exterminando los cimientos del verdadero aprendizaje.
Día con día, muchos estudiantes, acostumbrados durante años a un sistema educativo que premia la memorización y la repetición, se resisten a salir de esa burbuja de falsa seguridad cuando llegan a la universidad.
Este fenómeno incrustado en el sistema educativo hondureño se ha transformado en un arma suicida para los profesionales, ya que restringe la autonomía intelectual y creatividad y muchas veces se predispone para arriesgarse a seguir aprendiendo a lo largo de su vida personal y profesional.
Cuando un estudiante se encuentra en esta zona, espera que el profesor le indique con precisión y detalle lo que debe estudiar y cómo debe realizarlo.
Frecuentemente, evitan afrontar los desafíos debido al temor de equivocarse y se frustran cuando se enfrentan a tareas que demandan reflexiones exhaustivas o soluciones innovadoras.
Generalmente, los estudiantes optan por la certidumbre de una respuesta acertada única en lugar de incursionar en la incertidumbre de los problemas complejos del mundo real. Lamentablemente, esta práctica se mantiene vigente debido a que muchos docentes repiten año tras año los mismos contenidos y metodologías, muchas veces por miedo al cambio o a las quejas de los alumnos o por la no actualización de los planes pedagógicos de las asignaturas.
Es de esta manera que se mantiene vigente el círculo vicioso de conformidad y mediocridad hasta llegar al punto, muchas veces, que son los propios estudiantes quienes seleccionan el docente que quieren que les dicte la clase, considerando aspectos para seleccionar al docente como el poco esfuerzo durante el desarrollo de las clases y que en el lenguaje coloquial les denominan “profesores barcos”.
Esta situación además de comprometer la calidad educativa termina desincentivando el crecimiento del resto de docentes y a la vez limita el máximo potencial de aprendizaje de los estudiantes. Es así entonces que, si queremos competir y enfrentar los desafíos del siglo XXI, es necesario que rompamos este círculo vicioso. Ya es tiempo que dejemos de hacer más de lo mismo, ya que seguiremos obteniendo los mismos resultados.
Es así entonces que Honduras necesita estudiantes y docentes con razonamientos críticos, que puedan plantear, imaginar, crear, explorar nuevas ideas, equivocarse y aprender de sus errores, para ir más allá de la información dada en el espacio intelectual, moral y emocional.
Sin duda alguna, salir de la zona de confort implica esfuerzo e incertidumbre, pero probablemente es uno de los caminos que pueden llevarlos a un aprendizaje significativo y transformador.