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Cuando el destino nos alcance

Es triste ver como páramos donde antes abundaba los arroyos de aguas cristalinas, bosques de árboles perennifolios, fauna y flora diversa que era el deleite ir una tarde o un día a saborear los bosques sean ahora un remedo de lo que fueron.

Hoy, esos lugares han sido desbastados, tanto la flora como su fauna han desaparecido, el verdor que nos invitaba acostarnos en la grama y contemplar el cielo azul está lleno de basura, aquellos arroyos han desaparecido, ahora solo son quebradas o ríos de invierno porque solo en invierno las aguas que descienden de las montañas van en su cauce y solo encuentras arena y piedras, árboles que fueron protectores de las orillas fueron arrastrados y tirados en el cauce para que se pudrieran u otros llevan aguas con detritos fecales, llenos de aceites o tiraderos de llantas usadas y basura que los pobladores de los alrededores tiran porque el tren de aseo no existe para ellos.

Por muchos años visité Lepaterique, previo, hay que pasar por la aldea de Mateo, recuerdo que en mi infancia era una delicia visitar dicha aldea porque era famosa por tener buenas pozas de agua cristalinas donde se podía pescar y nadar, tener un pequeño banquete o disfrutar del momento, mientras se viaja por la carretera de tierra que Juan Orlando prometió que tenían el dinero para su pavimentación, dinero que se fue a la bolsa izquierda y nadie responde por él o se investiga donde terminó, esta carretera es sinuosa, pero hace más de 40 años la calle era un dolor de cabeza porque sus pendientes no permitían el libre transporte ya que los pegaderos de invierno hacían difícil su tránsito.

Casi por la aldea Las Tablas hay un hermoso puente construido de piedras y el río que mirábamos era de hermoso caudal que raudo bajaba de la montaña de Yerbabuena y se precipitaba en dos cascadas que eran el deleite de los aventureros, sentía el rico aire con aroma a pino porque el bosque de coníferas es abundante.

Más los años fueron pasando y aquel río caudaloso fue perdiendo potencia, su caudal ha ido disminuyendo lenta pero inexorablemente hacia su muerte, los factores han sido varios. Encontrábamos cuando íbamos ya sea hacia Lepaterique, Oropule, Culguaque o hasta llegar a La Estancia carros madereros llenos de hermosos troncos de árboles centenarios, de estos camiones se contaban por montones, además, a medida que se adentraba se empezaron a ver extensiones de tierra que habían sido taladas porque la vocación de la familia de Lepaterique, El Empedrado o El Escarbadero y demás es cultivar hortalizas que son abonadas con la famosa receta del gallinazo que lleva aserrín combinada con excremento de pollo provocando grandes cantidades de moscas que provocan enfermedades intestinales a niños y grandes.

Otra de las actividades de los lugareños es la extracción de trementina, está constituido por sus especies resinosas como el pino costanero (Pinus caribaea) y pino ocote (Pinus oocarpa), que abunda en el área, para ello se utiliza una herramienta corta, parecida al machete, que sirve para tajear la corteza y albura del pino. El trementinero hace varios cortes en el tronco dejando descubierto su corteza y al final se coloca un tarro de recolección de la trementina, que es la savia del pino, éste lentamente va perdiendo su vida porque al final se seca. Y otra forma que la naturaleza nos ayuda a la destrucción del bosque es utilizando al gorgojo barrenador que seca los pinos porque se alimenta de la resina del árbol hasta dejarlo inutilizado para madera de viga o de muebles, entonces con estos factores y agregándole otro como ser la quema de los bosques por los incendios forestales estamos haciendo un caldo de cultivo para la desertificación de la zona.

Aún Francisco Morazán se dedicaba a estas labores de talar cuando en su testamento dice: “me había hecho olvidar que tengo cuentas con la casa de Mr. M. Bennet, de resultas del corte de maderas en la costa del Norte”.

En mis andanzas laborales pude contemplar desde los aviones o helicópteros como grandes bosques fueron desapareciendo porque la tala inmisericorde de los bosques tanto de pinos como de madera preciosa han sido arrasados, no existe un verdadero manejo forestal.

Recuerdo los famosos aserraderos en la ciudad capital como el San Felipe, aserradero Sansoni, Lima y Lamas, Lardizábal que hizo y deshizo en las zonas de Mata de Plátano, Pueblo Nuevo, La Venta de Talanga, Guaimaca, y en Olancho, recuerdo haber viajado por la ribera de los río Blanco y Patuca a un lugar llamado Guatusa, donde los Zelaya estaban explotando el bosque. En Olancho son famosos esta familia así como los Casanovas, donde dejaron lugares limpios de árboles enhiestos destruyendo la flora y fauna y haciendo grandes potreros para la crianza de ganado vacuno.

En la biosfera del río Plátano los “ladinos” Muchos del sur de Honduras porque son famosos en hacer desiertos porque destruyeron los bosques de esa zona- han llevado su mañas de destrucción, han arrasado parte de la selva virgen para hacer potreros para la cría de ganado y así, poco a poco, vamos devastando la zona de la biosfera Tawahka.

Por donde miremos, veremos páramos que añoramos, los que vimos una Tegucigalpa con neblina y fría en aquellos diciembres, con lluvias torrenciales y sus ríos Jacaleapa, río Grande o Choluteca, el río Chiquito llenos de fauna que eran deleite para los habitantes; recordar cuando se iba al Picacho, al Hatillo, a la misma aldea de Suyapa, sus alrededores estaban llenos de pino, robles llenos de musgo, líquenes y helechos llenaban de fragancia.

Hoy con solo ver la cara de Tegucigalpa cada día, sus alrededores son depredados, los bosques van desapareciendo, sus fuentes de agua se hacen escasas, no existe un verdadero plan para recobrar los bosques que nos dan vida porque generan oxígeno y agua, atraen las lluvias y nos protegen de la erosión de los suelos, al final debemos ir cambiando la indumentaria para convertirnos en beduinos porque lentamente vamos convirtiendo nuestro país en un verdadero desierto, y lloraremos porque ya no podremos cantar: “viva el pino por siempre en la tierra”. Solo será un recuerdo porque el destino nos alcanzó.

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