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Cuando falla la confianza

Una de mis compañeras de trabajo acostumbraba a decir que “la confianza apesta”. Naturalmente su expresión reflejaba lo decepcionante que muchas veces resulta poner nuestra confianza en personas equivocadas; sin embargo, quienes deseamos construir una relación duradera de tipo sentimental, laboral o empresarial, estamos obligados a tomar el riesgo de depositar nuestra confianza en otras personas, pues la misma es de vital importancia para tener éxito en la vida y los negocios.

Recuerdo que en Costa Rica al entrevistar a don Eduardo Lizano como parte de una asignación académica, le pregunté por qué su empresa no tenía representante ni realizaba negocios con hondureños. Su respuesta me avergonzó, ya que me informó que se asoció y comerció con un compatriota y el mismo se comportó en forma deshonesta. ¡Qué pena saber que somos indignos de la confianza ajena! ¡Qué calamidad intentar abordar un simple tema empresarial y terminar escondiendo la cara entre las manos por culpa de otro hondureño!

No cabe duda de que la confianza es un tema delicado en asuntos de negocios, por lo cual requiere la atención de quienes dirigen las empresas. “Hoy más que nunca, y cada vez con mayor frecuencia, se considera un activo fundamental para evitar el trabajo aislado, fomentar la colaboración, reforzar el trabajo en equipo, aumentar el compromiso y gestionar el interminable proceso de cambio” (www.ccl.org/wp-content/uploads/2018/01/). Cuando existe confianza las personas trabajan en forma más productiva y eficiente. “Adoptan un propósito común, asumen riesgos, piensan de forma creativa, se ayudan mutuamente, y se comunican de manera abierta y sincera. Cuando no la hay, las personas compiten por los puestos, acaparan la información, no asumen riesgos y hablan de los demás, en vez de con ellos” (Ídem).

Pero lo que constituye una lamentable calamidad personal reside en el hecho de dejar de confiar en nuestro Señor, olvidándonos de su gran amor hacia nosotros. “Confía en el Señor con todo el corazón, y no te fíes de tu propia sabiduría. En cualquier cosa que hagas, tenlo presente: Él aplanará tus caminos. No te creas el más sabio: ten el temor de Yahvé y mantente alejado del mal. Eso será un remedio para tu cuerpo, y allí encontrarás el vigor” (Proverbios 3: 5-8).

La Biblia nos ayuda a confiar en el Señor y cooperar con Él. Nos invita a dejar la pereza y ser diligentes. Nos hace un llamado a estar siempre en comunión con Él y cultivar una intimidad profunda con su persona. Nos pide que no seamos impacientes y que, al orar, no exijamos que nuestras necesidades sean atendidas de inmediato. Él desea que confiemos en su favor cuando estamos en su presencia y también cuando estamos alejados e inmersos en nuestros propios quehaceres cotidianos. Él espera que siempre pongamos nuestros asuntos en sus poderosas manos. Pretende que sigamos elevando nuestra alma hacia Él y que continuemos buscando su rostro, porque nunca nos defraudará y con su ayuda aliviaremos nuestras cargas y dolencias, porque: “El Señor es un bastión para el oprimido, un refugio para los tiempos de angustia” (Salmo 9: 10).