Columnistas

Dolarización en Honduras que no se justifica

En Honduras poco a poco se ha ido priorizando la economía financiera sobre la real, sin caer en cuenta que ambas se complementan y necesitan.

Esto no nos permite ver claro el fenómeno de la dolarización injustificada que se experimenta. Injustificada porque no es una dolarización oficial, sin embargo, se tolera por la autoridad monetaria y los organismos de conducción económica del país.

Es común ver cómo se realizan cobros de matrícula y colegiatura en dólares en muchas instituciones educativas, igual con los alquileres de casas y apartamentos, la compra de vehículos y otros enseres domésticos. Así las deudas aumentan, porque el acreedor tiende a hacer la conversión en dólares y el deudor tiene que dar más lempiras de los que le corresponden.

El argumento de los acreedores es el riesgo de la depreciación de la moneda o, en el peor de los casos, una devaluación drástica como la que se vivió en el pasado cuando se iniciaron los programas de ajuste.

El problema de la dolarización generalmente se enfoca desde el punto de vista financiero y monetario, sin considerar los aspectos estructurales relacionados con la producción, el empleo, el ingreso y otras variables económicas importantes, sobre todo para el sector externo.

Recordemos que es la economía la que fortalece la moneda, de lo contrario solo refleja desconfianza en la política económica del país. Al grado tal que no importa ir paulatinamente perdiendo soberanía monetaria en la que quedaremos expuestos y sometidos a la economía donde se emite la moneda extranjera, en este caso el dólar.

Si la actividad productiva es débil, la moneda será débil. Esto es lo que se avizora y por eso hemos ido experimentando el esquema de la dolarización, y el afectado siempre es el trabajador y consumidor final que recibe sus pagos en lempiras. El dinero relacionado con el dólar o el lempira no se circunscribe exclusivamente a su función de cambio para comprar o vender, tiene que ver también con el cálculo y registro de costos, utilidades, intereses pagados y devengados, etc.

Pero, sobre todo, para medir el crecimiento y valoración de la economía de un país y la riqueza de los ciudadanos. Lo que en Honduras está pasando es que día a día el lempira se está depreciando hasta llegar a acumular una devaluación anual del 4% o 5%.

Esto genera desconfianza en la moneda y es cuando los distintos agentes económicos empiezan a dolarizar bienes y servicios. Pero, en efecto, la falta de credibilidad es resultado de la poca producción y escasa diversificación. Por eso la economía real tiene que ir en pie de igualdad con la política monetaria.

Es por la desconfianza que se sustituye la moneda doméstica por la extranjera, en nuestro caso por el dólar, no es una dolarización oficial, sino más bien extraoficial o análogamente dolarización por demanda. Nadie regala dólares al país, hay que generarlos con la actividad productiva.

Las fuentes de ingreso de dólares se reflejan en la entrada de divisas, básicamente en nuestros excedentes exportables de bienes y servicios, para ello hay que impulsar la producción y estimular el turismo, si hay capitales nacionales en el exterior procurar retornarlos y estimular la inversión.

Aunque las remesas familiares son fuente importante de ingreso de divisas y constituyen un alivio a la economía nacional, no creemos ético estimularlas porque lo primero que debemos preguntarnos es ¿a costa de qué entran esas remesas que evitan la presión sobre el tipo de cambio? Y la respuesta es obvia: a costa del sufrimiento de las víctima de la migración forzada.