Columnistas

El cambio climático y la Iglesia Católica

Los impactos del cambio climático son vox populi. Los últimos cuatro años consecutivos del presente siglo XXI -2015, 2016, 2017 y 2018- han pasado consagrándose como los años más calurosos globalmente registrados, según informe oficial de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). ¿Orgullosos? No, claro que no. El planeta Tierra nos indica que es hora de tomar conciencia y tomar acción, ya que los años que se avecinan superarán a los años pasados. Los científicos tienen cada vez más claro que los humanos somos los principales causantes del cambio climático.

Estudios científicos recientes constatan que los combustibles fósiles, entre los que destacan el carbón, el petróleo y el gas, son la principal causa de las emisiones de gases contaminantes como el CO2, que provoca el efecto invernadero, causante central del cambio climático. Siendo, además, el origen de muchos otros problemas, tanto por la combustión y los residuos que genera, como por su obtención y el control político de las regiones donde se obtienen. Los efectos del cambio climático tienen distintas implicancias para el desarrollo del mundo en su conjunto, que incluyen la seguridad alimentaria y del agua, la salud, las migraciones, la biodiversidad, los bosques y la energía.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó que en los países desarrollados mueren más de medio millón de personas por la contaminación atmosférica, del total de 1.3 millones que mueren en un año en todo el mundo. La contaminación atmosférica urbana aumenta el riesgo de sufrir enfermedades respiratorias agudas como la neumonía y crónicas, como el cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares. Los efectos más graves se producen en las personas que ya están enfermas, y en los grupos más vulnerables como los niños, los ancianos y las familias de bajos ingresos económicos.

Para la Iglesia Católica universal, la actual crisis ecológica-social que encara el planeta Tierra ha sido motivo de suma preocupación y de una esmerada atención. Lo más meritorio ha sido el hecho de que su preocupación ha pasado de lo “sentimental a la acción” en varios frentes. Uno de los ejes de acción de la Iglesia es el Movimiento Católico Mundial por el Clima (MCMC), que reúne a más de 300 instituciones católicas, inspiradas por la Doctrina Social de la Iglesia.

El año 2015 fue un año decisivo en la lucha contra el cambio climático. Por una parte, en junio, el papa Francisco publicó su Carta Encíclica Laudato Si completamente centrada en cuestiones medioambientales. Por otra parte, en diciembre tuvo lugar en París la Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático, durante la cual unos 200 gobiernos del mundo se comprometieron a mantener el calentamiento del planeta Tierra “muy por debajo de 2°C”. Este evento mundial contó con la participación de la Iglesia y su documento eclesial fue tomado muy en cuenta en las deliberaciones de los grupos de trabajo.

La encíclica, considerada como el documento “programático eco-social de la Iglesia”, se abre con un minucioso diagnóstico que abarca una amplia temática basado en el consenso científico, teológico y pastoral sobre la magnitud de la crisis ecológica y cierra, proponiendo “líneas de orientación y acción” para proteger a los más vulnerables, y crear un mundo sostenible y más seguro para nuestros hijos y nietos.

Como dato interesante, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), inspirado en la encíclica Laudato Si, publicó (2017) el libro “Eco Integración de América Latina”. Esta iniciativa plantea incursionar en una “ecointegración regional” donde los avances tecnológicos estén al servicio del medio ambiente y de la inclusión social.

Desde otro ángulo, la Pontificia Academia de las Ciencias del Vaticano en noviembre de 2018 realizó la Conferencia sobre el Cambio Climático, Salud del Planeta y Futuro de la Humanidad. A su vez, la Pontificia Academia se constituyó en un interlocutor entre el Vaticano, la comunidad internacional y los gobiernos, intercediendo por la pronta implementación de los compromisos asumidos por los gobiernos sobre el cambio climático.

Otra de las iniciativas de la Iglesia, un tanto inimaginable, ha sido el Diálogo Interreligioso, liderado por el papa Francisco, con la participación de la mayoría de las religiones del mundo. Su finalidad es apoyar los esfuerzos mundiales contra la reducción de las emisiones que alimentan el cambio climático. Por otra parte, los presidentes de las Conferencias Episcopales de los Cinco Continentes suscribieron una declaración en la que solicitan a los líderes de los gobiernos que se adopten medidas inmediatas para enfrentar y superar los efectos devastadores de la crisis climática. La exhortativa de la Iglesia se basa en los principios de la urgencia, la justicia intergeneracional, la dignidad humana y los derechos humanos.

Otra iniciativa sin precedentes ha sido la preocupación de la Iglesia por la región de la Amazonia, donde la deforestación amenaza al denominado “pulmón” del planeta Tierra y a los pueblos indígenas que habitan allí. En octubre de 2019 tendrá lugar la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, para reflexionar sobre el tema “Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”.

A todas luces, queda en evidencia que la Iglesia viene realizando con suma entereza un papel primordial desde su óptica religiosa, creando conciencia sobre la necesidad de que nosotros los humanos nos decidamos a adoptar una cultura ambiental y un estilo de vida diferente, en materia ambiental. Asimismo, intercediendo con rigor para que los gobiernos hagan eco de los acuerdos internacionales contraídos.