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El incierto destino de Bosnia y Herzegovina

Al fantasma de la abierta intervención de Zagreb y Belgrado en los siempre complejos asuntos bosnios, que ha sido una constante desde 1992, fecha en que se produjo la independencia de Bosnia y Herzegovina, ahora se le vienen a unir las tensiones regionales producidas por la guerra en Ucrania. Rusia siempre ha sido un firme aliado de Serbia, que tiene todavía abierto su litigio por el Kosovo, donde las potencias occidentales reconocieron ilegalmente y en contra del derecho internacional la independencia (2008) de esta antigua región serbia, dejando en manos de una entidad controlada por los albanokosovares a miles de serbios desprovistos de sus más elementales derechos.

Aparte del siempre sangrante conflicto de Kosovo, que es una espina clavada en el corazón de todos los serbios, está la siempre tensa situación en Bosnia y Herzegovina. Una de las dos entidades en que se reparte este país es la República Srpska, que ocupa el 49% del territorio bosnio, y que goza de una cierta autonomía frente al gobierno bosnio sito en Sarajevo. Moscú está presente en las tensiones permanentes en esta zona del mundo, tanto en Kosovo como en Bosnia y Herzegovina, atizando las tensiones interétnicas y animando a Belgrado a fomentar la desestabilización en la periferia balcánica de la OTAN.

Los serbios de Bosnia, encabezados por el presidente de la República Srpska, Milorad Dodik, nunca han ocultado sus ansias de unirse algún día a Serbia y mantiene excelentes relaciones con Belgrado y también con Moscú. “Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, Dodik, se ha reunido con Vladímir Putin en cuatro ocasiones. Al finalizar la última reunión, en febrero de 2024, Putin le otorgó la Orden de Alexander Nevsky, “por su gran contribución al desarrollo de la cooperación entre la República Srpska y Rusia”. El líder serbobosnio sirve a los intereses de Moscú en la región, interesado en mantener ciertos niveles de tensión en el país que dificulten el proceso de ampliación europea o que impida la integración de Bosnia y Herzegovina en la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN)”, como explicaba el analista Miguel Roan en un reciente artículo.

Conviene recordar que la República Srpska fue fundada en 1992, cuando los representantes de serbios de Bosnia y Herzegovina se retiraron de las instituciones y decidieron fundar un entidad política propia separada de sus vecinos croatas y bosníacos -musulmanes bosnios-. Una vez terminada la larga y sangrienta guerra civil bosnia, entre 1992 y 1995, la comunidad internacional, liderada por los Estados Unidos, obligó a Croacia, Bosnia y Herzegovina y Serbia, que representaba a los serbobosnios, a aceptar un marco unitario de convivencia ampliamente descentralizado y con gran autonomía para las dos entidades creadas, la Federación de croatas y bosnios y la República Srpska, pero que en la práctica se ha resuelto como muy poco funcional y de una gran complejidad para que realmente pueda funcionar con normalidad.

El estado bosnio no funciona

Entre 1995 y ahora, el Estado bosnio no ha funcionado y las tensiones centrífugas, sobre todo en la parte serbia, han estado muy presentes. Siempre se ha hablado de una reforma de los Acuerdos de Dayton, que se han visto superados por la realidad sobre el terreno, pero nunca hubo ni la suficiente fuerza por parte de la comunidad internacional ni el suficiente acuerdo entre las partes en Bosnia para poner en marcha un nuevo orden político y constitucional para un país tan complejo y rodeado de tantos enemigos con un apetito (nacionalista) voraz. «Los dos entes autónomos que forman Bosnia según los acuerdos de paz de Dayton -el común de musulmanes y croatas, y el serbio- así como los tres pueblos, funcionan cada uno por su cuenta, y el excesivo aparato burocrático -con 130 ministerios de diferentes niveles- sofoca aún más el funcionamiento de la estructura estatal compartida», explicaba el analista bosnio Nedim Hasic.

Es obvio y evidente que entre los políticos musulmanes, serbios y croatas no hay consenso sobre las reformas necesarias para el funcionamiento del país y su integración en la UE y la OTAN. Conviven en una suerte de país que se ha convertido en un proyecto colectivo impuesto por la sociedad internacional -principalmente la UE, la OTAN y los Estados Unidos- y no fruto del consenso entre las tres comunidades convivientes en ese espacio territorial. «Asolada por la corrupción, atrapada en el sistema burocrático creado por Dayton y con una crisis social gigantesca, las estructuras existentes han fracasado a la hora de hacer progresar el país», resumía acertadamente el investigador Ignacio González Arnal.

La corrupción reinante en el engendro bosnio creado por la comunidad internacional, pero especialmente diseñado por la administración de Bill Clinton en los Acuerdos de Dayton, merecería un capítulo aparte en esta nota, ya que se ha convertido en una «enfermedad» crónica del país tal como señalan todas las organizaciones internacionales presentes en Bosnia.

El país vive en una permanente crisis, a todos los niveles, tanto en lo político, como social y económico. Las dos entidades que componen Bosnia y Herzegovina no comparten una misma cosmovisión sobre las relaciones internacionales e incluso en el seno de la Federación existe una gran fragmentación política y los partidos etnonacioanlistas siguen mostrando su hegemonía tanto entre los croatas como entre bosníacos.

En lo social, la situación no es mejor y el país no levanta cabeza. Un informe del diario español El País señalaba que “Dos de cada diez familias bosnias viven en la pobreza. De las ocho restantes, cinco viven en el filo; una mala cosecha les podría hundir en la pena. Mayoría rural (60%), curtida en mil bombardeos y cuchilladas, que no se deja engañar por el sueño urbano, mientras su juventud mira al cielo buscando solución para su único récord: Bosnia y Herzegovina es el país con mayor ratio de paro juvenil en todo el planeta.El 46.7% de los chavales y chavalas entre 15 y 24 años no encuentran empleo y no es que no lo busquen, es que no lo hay”.

Tampoco la situación económica es mejor y la renta per capita por habitante bosnio apenas supera los 4.500 euros, una de las más bajas de todo el continente. y el salario mínimo es de 260 mensuales, una cifra insignificante para mantener a una familia o pagar el alquiler de una vivienda digna. Fruto de este complicado cuadro social-economizo se explica la crisis demográfica que padece el país, que ha pasado de los 4,5 millones censados en 1991 a los 3,2 millones actuales. Esto revela que la población bosnia está muy envejecida ya que casi siempre emigran los más jóvenes, y la tendencia, a tenor de los datos de los últimos años, es creciente.

Para concluir, y a modo de resumen, Bosnia y Herzegovina enfrenta enormes desafíos en los próximos años, entre ellos la supervivencia como Estado y su integridad territorial puesta en entredicho por la República Srpska y seguramente después por los croatas de la Federación. Estos retos coinciden en el tiempo con una grave crisis social, económica y demográfica y un contexto internacional muy adverso debido a la crisis de Ucrania, en que Rusia intenta desestabilizar su periferia e influir en la siempre presente inestabilidad balcánica para abrir nuevos frentes a la OTAN. El anuncio de negociaciones entre la UE y Bosnia y Herzegovina es tan solo un brindis al sol sin consecuencias prácticas para el país, tal como ha ocurrido con el resto de candidatos -Albania, Montenegro, Serbia y Macedonia del Norte- que siguen esperando desde hace años en la cola de la historia la integración en la UE y que el “club comunitario” pospone indefinidamente y sin dar muchas explicaciones.