Columnistas

El sacrificio de Cristo en la Cruz

Jesucristo es el rostro misericordioso del Padre”. Les decía estas palabras a mis estudiantes mientras descolgaba el crucifijo, con algo de polvo, que estaba sobre la pizarra del aula
de clase.

Días previos a la Semana Santa, intentaba explicar a un grupo de jóvenes cómo ver a Jesús en la cruz era el único libro que necesitaban los santos para aprender las lecciones más importantes de la vida.

¿Qué significa esta imagen para ustedes?, uno dijo que se trataba de un simple adorno usado por los cristianos.

Otro mencionó que se trataba de una acción buena de Dios, pero que no entendía la relación de este hecho con su propia vida dos mil años después. Lógicamente, varios sí lograron dar respuestas más acertadas.

Para intentar entender algo el Misterio de la Redención comentamos el siguiente ejemplo: supongamos que eres declarado culpable de haber cometido un delito.

El juez dicta la sentencia y los policías se aprestan a llevarte a cumplir la condena. Justo en ese momento, aparece tu hermano que se ofrece a sustituir tu puesto en la cárcel. En esta ficción suponemos que el tribunal acepta el cambio de reo y llevan a tu propio hermano para cumplir la condena.

¿Cómo te sentirías? Tal vez, dijo uno de los estudiantes que escuchaban con atención, habría una mezcla
de sentimientos.

Por una parte, el agradecimiento de ser librado de una condena más que merecida. Por otra, sentiría una gran deuda con mi hermano, que por amor se ofreció a llevar en sí mismo el peso de la pena impuesta.

En la Semana Santa, los cristianos celebramos el Misterio Pascual. Jesucristo lleva a plenitud la misión por la que
se hizo hombre.

El Dios-hombre entrega libremente su vida para llevar sobre él la carga de los pecados de todos los hombres. Como Dios, su sacrificio es infinito. Como hombre, es uno de los nuestros que satisface la
justicia del Padre.

Como un cordero inocente, que no cometió pecado, es condenado en lugar nuestro. Con los brazos abiertos ofrece su invitación a todos para que escojamos la auténtica vida.

En estos días revivimos el misterio del amor de Dios por cada uno de nosotros. La Iglesia nos invita a contemplar los hechos de estos días con atención, para dar una
respuesta personal.

Con la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo no existe espacio para la comodidad o la indiferencia de nuestra parte. Cristo entregó su vida en la cruz por amor para mostrarnos, como decía Santa Rosa de Lima, que fuera de la Cruz no existe otra escalera para
subir al cielo.

Imitando a Jesús, descubrimos que el dolor, llevado por amor a Dios y a los demás, es el antídoto que nos saca de nuestro apego al pecado, el único mal que nos aparta de Dios.

Y superado el trance de la muerte del Viernes Santo, resucitaremos con Él el día
de la Pascua.