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El valor de la honestidad

La honestidad es uno de esos valores que los notamos más cuando hacen falta. ¡Cómo duele el darse cuenta de que hemos sido engañados! Esto ya es una señal de qué tan importante es el valor de la honestidad. Sólo cuando estamos en un ambiente que fomenta el diálogo, el intercambio de ideas y una sana discusión es posible que nazcan relaciones sólidas.

En cualquier relación entre personas, por ende, la vida en una oficina, necesitamos poder contar unos con otros; y esto es posible sólo si somos honestos. Todos queremos una cultura de productividad y eficiencia en nuestro trabajo.

Para esto no podemos olvidar que los valores son los que nos darán ese clima laboral. Cuando hablamos de cultura y clima laboral hacemos referencia a una, sino la más grande, responsabilidad de los gerentes y jefes. Citando a Simon Sinek, “los líderes no son responsables de los resultados, los líderes son responsables de las personas responsables de los resultados”. Cuando, como responsables del trabajo de los demás, empezamos a cuidar de nuestros colaboradores y dar el ejemplo de vivir con principios y valores, entonces tendremos los resultados esperados.

La expresión en inglés “tone at the top” (tono en la parte superior) nos recuerda que los valores siempre deben venir como la lluvia, “de arriba hacia abajo”, para que se implanten como elementos de la cultura empresarial. Si queremos dar un fuerte impulso al valor de la honestidad como práctica empresarial, cada uno de nosotros debe empezar por dar el ejemplo. Y, ¿de qué otras maneras, además del ejemplo, podemos promover estar prácticas entre nuestros colaboradores? Antes que todo, no podemos dejar solos a nuestros colaboradores.

Como empresa debemos hacernos las preguntas difíciles y preguntarnos, ¿dónde nos aprieta el zapato? ¿Qué departamentos tienen más riesgo de cometer prácticas que vayan en contra de la honestidad? ¿Nuestras políticas propician este valor? Entre otras. La honestidad es un valor humano, una actitud que siembra confianza en uno mismo y en aquellos que están en contacto con la persona honesta. Hace que la persona actúe siempre con base en la verdad y en la auténtica justicia, dando a cada uno lo que le corresponde, incluida ella misma.

Todas las personas tenemos defectos y cometemos errores en nuestro trabajo, eso es algo absolutamente normal y es parte del proceso de aprendizaje día a día. Que aceptemos esos errores es el inicio del camino para corregirlos, mejorar nuestro comportamiento y actuar de la manera adecuada. El problema está cuando los ocultamos y se niegan responsabilidades, esta es una peligrosa cadena que puede terminar muy mal para quien lo hace y para la organización.

La transparencia y la honestidad se basan en aceptar las equivocaciones que cometemos, en no descargar responsabilidades a otros cuando son nuestras, en no apropiarse de los bienes o el capital de la compañía y en denunciar a tiempo siempre que nos enteremos de fraudes o trampas realizadas al interior de la organización.