Exoneraciones: un mal necesario

“Las exoneraciones fiscales en Honduras son esenciales para atraer inversiones y crear empleo, favoreciendo sectores clave en un entorno competitivo global”

  • 22 de octubre de 2024 a las 00:00
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Nos guste o no, las exoneraciones fiscales en Honduras y en otras naciones del mundo que buscan ser competitivas, son un instrumento indispensable para fomentar la inversión, el crecimiento y la creación de empleo. Estas políticas, que en Honduras benefician a sectores estratégicos como el turismo, la energía renovable, la agroindustria y la manufactura, no son un capricho de gobiernos anteriores, sino una herramienta diseñada para atraer capital en un mundo donde los países compiten ferozmente por inversiones. Los incentivos fiscales permiten que empresas y empresarios, tanto nacionales como extranjeros, consideren el país como un destino atractivo para invertir, establecerse y, en última instancia, generar empleo.

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A través de estos incentivos, el país reduce las barreras iniciales para los inversionistas, quienes enfrentan una competencia global por decidir dónde colocar sus capitales. La lógica es clara: si un inversionista evalúa dos países con condiciones similares, la presencia de exoneraciones fiscales puede inclinar la balanza hacia un país. Estos incentivos no solo contribuyen a la creación de empleos directos, sino que generan cadenas de valor y empleos indirectos, lo que tiene un impacto positivo en la población, elevando el nivel de vida y mejorando las condiciones sociales.

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Algunos críticos desde el gobierno, y un militar -quienes nunca han tenido ni siquiera una pulpería-, han comenzado a satanizar a los empresarios y a las empresas que se benefician de estas exoneraciones, acusándolos de evadir responsabilidades fiscales. Sin embargo, este tipo de discursos ignoran la realidad de cómo se construyen las economías sostenibles.

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Decía Ludwig Von Mises, economista y filósofo austríaco: “Todas las personas, por muy fanáticas que sean en su afán de desprestigiar y combatir el capitalismo, le rinden homenaje al clamar por los productos que genera”. Las exoneraciones no son regalos; son apuestas que hacen los gobiernos para incentivar a las empresas a producir y generar empleos. Es una visión a largo plazo que genera beneficios para toda la sociedad.

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Los empresarios y las grandes corporaciones no son los villanos. Al contrario, son los motores que dinamizan la economía. Es en la empresa privada, y no en el gobierno, donde se genera la riqueza. El gobierno, al final, no produce nada: solamente administra, regula, y en el mejor de los casos, incentiva. En cambio, la empresa privada es la que genera empleos. Sin empleo no hay consumo, y sin consumo no hay prosperidad.

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Irónicamente, ese ataque a la empresa privada es un ataque directo al bienestar de la ciudadanía; los que demonizan las exoneraciones se olvidan que son las empresas las que pagan los salarios que permiten que las familias obtengan alimentos, ropa y vivienda. Es fácil condenar al sistema cuando nunca se ha tenido que pagar una nómina, negociar con proveedores, o arriesgar el patrimonio personal para abrir un negocio. Criticarlo desde la tribuna, sin haber sudado nunca por levantar una empresa, no es más que ignorancia condimentada con envidia y disfrazada de justicia.

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