El 31 de octubre se celebra Halloween o Día de las Brujas, el 1º de noviembre, el Día de Todos los Santos y el 2, el Día de Muertos o Día de Difuntos. Que ese lapso de 72 horas sea dedicado a esos temas del más allá, es un hecho ciertamente curioso. Hay quien incluso le busca una explicación.
En apariencia, Halloween -fiesta impuesta en estas tierras producto de la globalización, y la invasión cultural- se relaciona con las generaciones más jóvenes y se considera “un poco más divertida”. Se organizan fiestas e incluso algunas instituciones educativas organizan festivales o celebraciones en la que los niños y las niñas se disfrazan. Los comercios también aprovechan bastante esa festividad y qué decir de los medios de comunicación, sobre todo la televisión y el cine que explotan sus series con capítulos especiales y la producción y exhibición de películas de terror, respectivamente.
Algunas instituciones educativas religiosas pretenden contrarrestar el Halloween con el Holy Win, que consiste en disfrazar a los niños y las niñas de santitos y santitas, aprovechando que el Día de Todos los Santos queda justo en la fecha consecutiva. Por cierto, en esta celebración se recuerda tanto a los santos y santas reconocidos por la Iglesia Católica, como a aquellos y aquellas que no han sido canonizados.
Por su parte, a las generaciones mayores y las personas más religiosas les dice muchísimo más el Día de los Muertos. Se va al cementerio a coronar y la lista de difuntos en la misa de ese día es de una extensión considerable, además, algunos templos se llenan, como si fuera Nochebuena o Pascua de Resurrección. Digamos que son las dos principales tradiciones de ese día, a diferencia del pan de muerto que se hace en México con esa ocasión o el fiambre guatemalteco. Aunque no sería extraño que se comience a difundir en Honduras, producto siempre de la globalización.
Más allá de los credos, los gustos y las creencias de las personas, es interesante pensarnos como seres de trascendencia. Entiendo el Halloween como una fiesta más de la cultura popular, las personas no se disfrazan necesariamente de fantasmas, sino de personajes de la cultura pop, como cantantes, personajes de series, caricaturas o hasta políticos y políticas, cuando son un símbolo dentro de la sociedad. Al menos así se vive aquí.
La evocación al terror, por su parte, evoca también lo humano, la finitud de la vida, los peligros y nuestros más profundos temores, que casi siempre están relacionados con la muerte.
El Día de los Muertos tiene más bien, desde el punto de vista social, un sentido de reivindicación de la memoria; desde el punto de vista religioso es una oportunidad para pedir por su alma, claro. Y en Honduras creo que es buen momento para pensar en nuestros mártires, que son posiblemente decenas de miles, todas aquellas personas a quienes la muerte les ha llegado con un halo de injusticia. Los mártires de la violencia, de la opresión, de la sinrazón, del peregrinaje hacia tierras extranjeras, de la negligencia del Estado.
En medio de su día dese tiempo para pensar en sus muertos, y visitarlos si puede, y piense también en aquellos y aquellas compatriotas cuya estrella se apagó cuando aún no debía y cuyo paso por este mundo fue breve a la vez que injusto. Seguro que más de alguno o alguna conoce, todos y todas conocemos al menos un caso lamentable.