Casi no salgo de madrugada, pero hace unos días me tocó hacerlo. A pesar de que no vi la hora, sé que no eran más de las 5:30 a.m. Varias personas se dirigían hacia sus trabajos, en transporte público o en sus propios vehículos, pero lo que más me sorprendió, no porque no lo hubiera visto antes o no lo supiera, sino porque tal vez no había pensado en algunos detalles, es que un bus escolar estaba recogiendo estudiantes.
Entre el despertar, bañarse y vestirse supongo que se invertirá una hora, es decir, estos niños y niñas tendrán que despertarse más o menos a las cuatro de la mañana, quizá cuatro y media. Debe ser muy difícil, si me lo preguntan, yo me habría quedado dormido en clases, no habría rendido. Esta situación implica, por supuesto, que los padres de familia o encargados se despierten quizá un poco antes que los estudiantes.
En otras madrugadas también me he encontrado al personal de limpieza de la ciudad, ya sea recogiendo basura o barriendo las calles. Gracias a ese trabajo hecho incluso antes del amanecer es que la ciudad puede estar relativamente limpia. En otras ocasiones he hablado de lo temprano que hay que estar en los establecimientos de salud pública para lograr atención y pienso ahora, ya no solo en las personas que buscan la asistencia, sino también en aquellas que tienen turnos a horas muy tempranas: personal de salud y administrativo. Y por qué no, en los que hicieron guardia por la noche para atender las urgencias.
Al principio hablé de los estudiantes, pero también hay un conductor y tal vez una asistente que pasan por ellos, que también tuvieron que despertarse, bañarse y vestirse muy temprano. Tal vez sus parejas, madres, padres o quizás hijos les ayudaron a preparar el desayuno, merienda o almuerzo. Y ya que hablo sobre comida, hay puestos de burritas, baleadas o café que atienden a estos hondureños crepusculares desde muy temprano. El transporte público, urbano e interurbano, también funciona desde horas muy tempranas. Gracias.
Y más a allá de lo difícil que es dejar la cama y el hogar tan temprano, hay otro hecho que es valioso pensar: la seguridad. He conocido muchas historias de asalto y otras fechorías que suceden en la madrugada. Estaremos de acuerdo que las calles están más solas, oscuras y que de alguna manera se está más expuesto, que si por ejemplo salimos ya a las siete u ocho de la mañana, como es, creo, el caso de la mayoría.
Solo quería recordar que en Honduras también existen este tipo de madrugones, y agradecer a todas las personas que cumplen con funciones necesarias a tempranas horas de la mañana o incluso durante toda la madrugada, como los guardias de seguridad. Si se realizan a esas horas es porque es necesario, y alguien tiene que hacer ese trabajo.
Sé que es relativamente normal y en todas partes del mundo debe suceder y tampoco debo pensar que se trata de un drama humano digno de una obra de Shakespeare, pero es claro que de todas maneras se trata de un acto abnegado al que no cualquiera está dispuesto a someterse, y hay personas que pasan años haciéndolo de la misma manera. Loable.
Y vuelvo a donde empecé, mi admiración para todos esos niños, niñas y jóvenes que madrugan por su educación. Y como apéndice, he conocido estudiantes universitarios que viven fuera de la ciudad, y que salen de madrugada para estar a las siete de la mañana en su centro de estudios. A ellos y ellas, gracias por soñar.