Las festividades para celebrar otro aniversario más de Independencia, los tradicionales desfiles desbordantes de entusiasmo y alegría de los desfilantes, sus padres y del pueblo que se vuelca a admirar sus muchachos por bulevares, calles y avenidas de nuestra Honduras más el esparcimiento que conlleva la celebración de la Semana Morazánica provocan una aparente suspensión de las inquietudes que a diario afligen a nuestra población.
Atrás quedan las calamidades económicas, para eso se explotan las tarjetas de crédito más allá de las capacidades de pago; se olvidan las limitaciones en los gastos superfluos, para eso están los remanentes del decimocuarto y los adelantos del aguinaldo de diciembre, y en esta ocasión, han quedado como guardados en el baúl de los olvidos las zozobras, los sufrimientos, las gravedades en cuidados intensivos y tantas otras penurias que ha sufrido el pueblo en los últimos dos años; de igual manera, se van diluyendo las imágenes y los actos heroicos de cientos de hombres y mujeres que en el frente de guerra contra el covid expusieron sus vidas con la única recompensa, para muchos, de haber quedado sin sus chambitas o que se les paralizara el pago de sus salarios.
Honduras no puede olvidar a sus héroes genuinos, tampoco puede tirar al cesto de la basura los nombres de aquellos compatriotas y científicos médicos que sin ningún otro interés más que el de servir a la humanidad como el tesoro mas grande de la vida pusieron a funcionar sus conocimientos para encontrar soluciones contra el mortal virus.
Si bien, en algún porcentaje muy pequeño, no pudieron evitar el acudir a los hospitales, internarse y sufrir la intensidad de los tratamientos de cuidados intensivos, muchos de ellos como causa de la infame falta de educación de nuestro pueblo o aun de la existencia de creencias en brebajes o medicinas pirujas alternativas o la necedad de desconocer la magnitud y la altísima mortalidad por esas arcaicas supersticiones que sufre nuestro pueblo en pleno siglo XXI.
Agradó enormemente y se agradece el programa de don Edgardo Melgar en que tuvo la comparecencia del doctor Miguel Sierra Hoffman, joven médico hondureño de cepa, que, junto a sus compañeros de equipo profesional, puso a Honduras en la primera plana de las revistas médicas más importantes del mundo. El joven científico hondureño hizo un relato de cómo los investigadores catrachos, trabajando arduamente en diferentes canchas del país, de manera virtual y presencial, elaboraron protocolos que fueron reconocidos ampliamente por la comunidad científica europea y autoridades médicas norteamericanas.
Estas investigaciones se tradujeron en la salvación de miles de vidas de compatriotas que han sido el tapabocas de algunos colegiados hondureños, médicos que minimizaron la importancia de las investigaciones y ridiculizaron sus evidentes resultados; varias de estas figuras obtusas hoy ocupan puestos importantes en el engranaje administrativo nacional.
Honrar, honra: gracias, compatriotas médicos hondureños, y gracias, don Edgardo, por no permitir que sus nombres se pierdan en el olvido.