Alejémonos de la política, reflexionemos sobre el problema que es mayor que el de si funciona o no la transmisión de datos electorales o cuatro años de continuismo, todo ello no tiene la importancia como tiene la muerte irreparable de miles de compatriotas que sucumben frente al maldito covid-19.
Previendo la crítica que suele darse cuando algún ciudadano opina sobre temas que no son de su especialidad; por ejemplo, hablar de leyes si uno no es abogado; de medicina, si uno no es médico o de estructuras si no es ingeniero, desconociendo que existe en los seres humanos un grado de inteligencia natural que se enriquece con la experiencia y la lectura o estudio del producto intelectual ajeno. Por ello, admito que no soy médico, soy un simple observador de los acontecimientos y un ser humano preocupado por los males que aquejan a este amado pueblo hondureño.
Esta pandemia, nos ha dado enormes lecciones; dolorosas muchas, producto de la inexperiencia del pueblo y de gobernantes para enfrentar la epidemia. El pueblo ha rehusado disciplinarse, desobedeciendo recomendaciones sencillas que salvan vidas; el Gobierno, por su incapacidad manifiesta, por su testarudez y falta de humildad para aceptar que no estaba preparado para administrar la crisis, y por su falta de voluntad para seguir las recomendaciones de la ciencia.
Flota en el ambiente un alto grado de egoísmo que impide reconocer con honestidad los esfuerzos de profesionales hondureños que han incursionado con fervor patriótico, en la investigación del virus y en el diseño de protocolos idóneos para atacar el mal.
Durante un año he observado al grupo de investigadores hondureños diseñando dos protocolos médicos con efectividad comprobada para combatir el covid-19 en sus primeras manifestaciones y evitar que los pacientes accedan a etapas de mayor gravedad y a la muerte.
Los precursores de MAIZ Y CATRACHO, médicos con sangre hondureña en sus venas como son: Sierra Hoffman, Valerio, Medina, Paz, Vargas, Héctor y Estela Pineda, Oscar y Maribel Diaz, Hesse y Miriam Castro, son compatriotas que deben recibir el agradecimiento de toda Honduras, sus descubrimientos han sido reconocidos por la comunidad científica internacional: Valerio, Sierra Hoffman y otros comparecen frecuentemente en foros internacionales de prestigiadas Universidades donde se ha confirmado que sus recomendaciones y predicciones del 2020 van cobrando mayor validez con el tiempo, invalidando así, las opiniones equivocadas de algunas figuras medicas nacionales, incluyendo dirigentes del gremio, que desdeñaron, al principio, estas aportaciones solo por el egoísmo típico del patio.
Previendo la crítica que suele darse cuando algún ciudadano opina sobre temas que no son de su especialidad; por ejemplo, hablar de leyes si uno no es abogado; de medicina, si uno no es médico o de estructuras si no es ingeniero, desconociendo que existe en los seres humanos un grado de inteligencia natural que se enriquece con la experiencia y la lectura o estudio del producto intelectual ajeno. Por ello, admito que no soy médico, soy un simple observador de los acontecimientos y un ser humano preocupado por los males que aquejan a este amado pueblo hondureño.
Esta pandemia, nos ha dado enormes lecciones; dolorosas muchas, producto de la inexperiencia del pueblo y de gobernantes para enfrentar la epidemia. El pueblo ha rehusado disciplinarse, desobedeciendo recomendaciones sencillas que salvan vidas; el Gobierno, por su incapacidad manifiesta, por su testarudez y falta de humildad para aceptar que no estaba preparado para administrar la crisis, y por su falta de voluntad para seguir las recomendaciones de la ciencia.
Flota en el ambiente un alto grado de egoísmo que impide reconocer con honestidad los esfuerzos de profesionales hondureños que han incursionado con fervor patriótico, en la investigación del virus y en el diseño de protocolos idóneos para atacar el mal.
Durante un año he observado al grupo de investigadores hondureños diseñando dos protocolos médicos con efectividad comprobada para combatir el covid-19 en sus primeras manifestaciones y evitar que los pacientes accedan a etapas de mayor gravedad y a la muerte.
Los precursores de MAIZ Y CATRACHO, médicos con sangre hondureña en sus venas como son: Sierra Hoffman, Valerio, Medina, Paz, Vargas, Héctor y Estela Pineda, Oscar y Maribel Diaz, Hesse y Miriam Castro, son compatriotas que deben recibir el agradecimiento de toda Honduras, sus descubrimientos han sido reconocidos por la comunidad científica internacional: Valerio, Sierra Hoffman y otros comparecen frecuentemente en foros internacionales de prestigiadas Universidades donde se ha confirmado que sus recomendaciones y predicciones del 2020 van cobrando mayor validez con el tiempo, invalidando así, las opiniones equivocadas de algunas figuras medicas nacionales, incluyendo dirigentes del gremio, que desdeñaron, al principio, estas aportaciones solo por el egoísmo típico del patio.
También; reconocimiento especial a Edgardo Melgar y sus excelentes teleprogramas, únicas ventanas para informar y educar al pueblo sobre la epidemia, supliendo así la parálisis informativa de las autoridades sanitarias para administrar la crisis. El agradecimiento popular debe extenderse a todos los demás médicos que participan en esas escuelas televisiva y, de igual forma, a todos los demás compatriotas que luchan a muerte contra esta cruel enfermedad, Honor a quien Honor merece. ¡Basta Ya de egoísmos!