Históricamente, el botín de los órganos electorales en Honduras ha sido objeto de reparto entre grupos políticos, dando un voto directo a la corrupción y a la manipulación electiva. Estos procesos sistematizados por los que pudren la democracia involucran la concesión de cargos dentro del ente electoral, que cuenta los votos como confites en fiesta infantil a cambio de contribuir con la ceguera, cuya epidemia se expande desde los círculos obnubilados del poder.
Pues, con todo y esos autogolpes a los que estamos acostumbrados los hondureños, la oscurana oficial fue creando un clima de zozobra política, mientras el pleno de Tribunal Supremo Electoral (TSE) y el Consejo Nacional Electoral (CNE) llegaban a la elección y rotación de los consejeros que presidirán el órgano electoral.
En ese sentido, la consejera Cossette López, del Partido Nacional, ostentará la presidencia del CNE durante el período de septiembre de 2024 a septiembre de 2025, mientras que la consejera Ana Paola Hall será la presidenta del CNE a partir de septiembre de 2025 hasta septiembre de 2026, meses clave para Honduras, frente a las elecciones primarias y generales.
Por su parte, el muchacho que representa los soberanos poderes de Libre, hoy consejero del CNE, declaró que “la historia se repite nuevamente (sic), el Partido Nacional y Partido Liberal han vuelto a repartirse las presidencias de las elecciones primarias y generales”; como si ellos no aspiraban a quedarse con todo el organismo para administrar, organizar, ejecutar y manipular lo que aprendieron en la carnicería electoral de Venezuela.
La democracia, señoras y señores, muchachos e inoperantes de las libertades políticas, es el pilar fundamental de nuestras sociedades, donde se sustenta la legitimidad de esos procesos.
Elecciones justas y transparentes en libertad es el barómetro que mide la salud de cualquier sistema democrático. Sin embargo, en un contexto rojinegro, de analfabetas del poder y estirpes de la avaricia, han marcado polarizaciones y desconfianzas en las instituciones, de allí la necesidad de fortalecer los órganos electorales, que ahora es más urgente que nunca.
El Consejo Nacional Electoral es el guardián de nuestra voluntad ciudadana. Es donde se diseñan las reglas del juego, organizan los comicios y garantizan que cada voto cuente. Cuando el CNE es débil, vulnerable a presiones políticas y carentes de los recursos necesarios, esta entidad se desmorona, se cae el sistema, o se va la luz como han hecho en el pasado, abriendo las urnas a la manipulación y el fraude.
Es por ello que resulta imperativo trabajar en fortalecer estos órganos desde diversas aristas, desde garantizar su autonomía e independencia, hasta blindarlo frente a cualquier injerencia partidista o gubernamental; solo así podrán actuar con imparcialidad y transparencia.
Es necesario dotarlos de los recursos humanos y financieros suficientes para cumplir con su mandato. La tecnología juega un papel crucial en los procesos electorales modernos y los órganos deben contar con herramientas tecnológicas de vanguardia, conjugada en las medidas correctas con sus respaldos físicos, para garantizar la seguridad y la transparencia de los comicios.
Es esencial promover la participación ciudadana en los procesos electorales, ampliar la veeduría a los actos preparatorios y excluir la injerencia de los carteles de la droga, porque defender el sistema es fortalecer a los ciudadanos para que sus votos cuenten.
Hay que invertir en democracia. Es una garantía de que la voluntad popular se exprese de manera libre y transparente. Es un compromiso con la construcción de sociedades más justas y equitativas. No es hacienda de nadie, ni los ciudadanos son ganado herrado del partido político. No podemos permitir que la manipulación, los tirapiedras, los dineros del narco, de la corrupción y los humos de la amenaza nos confundan y nos den Libre por libertad.