Los pueblos indígenas y afrohondureños tienen derecho a una educación contextualizada y acorde a su realidad, es por eso que Honduras, desde hace más o menos dos décadas se plantea la Educación Intercultural Bilingüe (EIB) como respuesta a este desafío. El gran objetivo de la EIB puede desglosarse en varias partes. Primeramente, el estudiante al egresar del nivel primario debería ser capaz de manejar dos códigos lingüísticos, es decir hablar dos lenguas: la lengua de su pueblo y el español. En segundo lugar, debe ser una educación que integre dos culturas: la propia del pueblo indígena, sea cual sea, y la cultura ladina. La razón de que esta sea la propuesta es muy sencilla: los niños y jóvenes formados en la lengua y cultura de su pueblo asimilan mejor su entorno, les hace comprender el valor de pertenecer a una comunidad indígena, y de este modo se procura conservar la riqueza de la lengua y de la cultura de cada pueblo. El primer numeral del artículo 13 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas reza así: “Los pueblos indígenas tienen derecho a revitalizar, utilizar, fomentar y transmitir a las generaciones futuras sus historias, idiomas, tradiciones orales, filosofías, sistemas de escritura y literaturas, y a atribuir nombres a sus comunidades, lugares y personas, así como a mantenerlos”. También es necesario el aprendizaje correcto y en toda su regla del español, ya que es esta lengua la que permitirá que los miembros de los pueblos indígenas se desarrollen en los niveles académicos superiores y en los diferentes campos profesionales.
Del mismo modo deben estar conscientes de la cultura en la que se van a desarrollar en muchas facetas de su vida. Este modelo no es exclusivo de las lenguas indígenas; países como España, muy diverso en lenguas y culturas y a la vez unido, por ejemplo, en una lengua que, para el caso, como en el nuestro, también es la española.
Otra labor importante es hacer consciencia en la población ladina de la realidad y riqueza de estos pueblos para evitar de este modo los divisionismos y la segregación racial. Todas estas tareas recaen sobre la Secretaría de Educación, en conjunto, lógicamente con cada pueblo, que entra en una nueva etapa a partir de este año, con la administración de Rutilia Calderón.
La situación de cada pueblo es distinta: están, por una parte, las lenguas que podría decirse que corren menos riesgo de desaparecer y, a su vez, las culturas más fortalecidas, que son la lengua garífuna, la miskita y el inglés isleño; hay un grupo de lenguas y culturas muy debilitadas, por no decir moribundas, estas son la tawahka, la tol y la pech; y tenemos dos pueblos donde la lengua está desaparecida y solamente queda la cultura, en el primer caso, el pueblo chortí que aún puede revitalizarse ya que la lengua también se habla en Guatemala, y en el segundo caso, la lengua lenca que tiene prácticamente esperanzas nulas de renacer.
La pérdida de una lengua implica la pérdida de uno de los valores culturales y de identidad más trascendentales de un pueblo, es por ello que exhorto a la nueva administración de Educación a redoblar esfuerzos para lograr el mantenimiento y fortalecimiento de las lenguas y culturas de Honduras. Y a la sociedad civil a ser veedora de dicho esfuerzo.