La presidenta Xiomara Castro ha convertido el discurso de los “12 años de dictadura” en su excusa preferida para justificar su inacción. Esta narrativa repetitiva y vacía es un claro reflejo de un liderazgo incompetente y mediocre que prefiere culpar al pasado en lugar de asumir la responsabilidad del presente. Nadie dijo que gobernar un país era una tarea fácil, pero tampoco es trabajo para quien no está a la altura del cargo.
Honduras enfrenta problemas graves que requieren decisiones inmediatas y efectivas: una economía que languidece, una infraestructura sin obras, un sistema energético colapsado y una inseguridad galopante que pone en peligro la vida cotidiana de los ciudadanos. ¿Qué hace el gobierno? En lugar de actuar, Xiomara Castro persiste en su letanía de excusas, dejando al país atrapado en el estancamiento.
Mientras tanto, los hospitales sin algodón, la educación politizada, la energía eléctrica, un desastre financiero, con apagones constantes y una deuda insostenible. Y la violencia no solo no ha disminuido, sino que en muchos casos ha empeorado, dejando claro que el “Xiomara sí cumple” eran solo promesas, y rótulos por doquier.
Una presidencia que se enfoca en buscar culpables en lugar de soluciones demuestra una irresponsabilidad que no podemos tolerar. La constante referencia al pasado ha desgastado la confianza de los ciudadanos. Decía Marco Aurelio, emperador de Roma: “Una persona ignorante se inclina a culpar a otros por su propia desgracia”, y aquí ese parece ser el caso.
El argumento de culpar al pasado tiene un límite. Al principio, puede parecer razonable señalar los errores de administraciones previas, especialmente si dejaron un estado debilitado o corrupto. Sin embargo, cuando esa narrativa se extiende por años y se convierte en la única respuesta ante cualquier crisis, comienza a sonar como un eco vacío que revela más la incapacidad que las intenciones de cambio.
Preocupante también es cómo esta narrativa perpetúa la polarización. En lugar de unir al país en un esfuerzo colectivo por el progreso, el gobierno ha optado por perpetuar esa división.
Las consecuencias de esta postura no son meramente discursivas; son reales y devastadoras. Cada día que pasa sin decisiones concretas es un día más de pobreza para miles de familias, un día más de cierre de empresas, y un día más en que el país pierde su rumbo. La demagogia y la autocomplacencia no son estrategias de gobierno, son modelos de tiranías vulgares habituadas a victimizarse ante toda crítica. El pueblo eligió a Xiomara Castro para liderar, no para lamentarse.
Es momento de exigir resultados. Honduras no puede seguir siendo rehén de excusas baratas. La responsabilidad de un presidente es gobernar, no quejarse. Si el gobierno no puede asumir esa responsabilidad, entonces no es solo ineficaz, sino también traidor hacia quienes confiaron en él. Gobernar es enfrentar, no huir; es construir, no culpar. Señora presidenta, deje de hablar del pasado, basta de pirotecnia retórica. El pueblo exige soluciones hoy.