La sugerencia de “Mel”

“Quiere hacernos creer que su partido es invencible, que la elección ya está definida y que sólo una alianza opositora podría hacerle sombra”

  • 20 de marzo de 2025 a las 00:00

Manuel Zelaya, el titiritero de Libre, ha salido de su guarida para lanzar un reto con sorna: que el Partido Nacional y el Partido Liberal se unan para enfrentarlo en noviembre. Quiere hacernos creer que su partido es invencible, que la elección ya está definida y que sólo una alianza opositora podría hacerle sombra. Pero detrás de su falsa confianza se esconde una verdad innegable: Libre no tiene el apoyo que dice tener. Los resultados de las primarias son claros, y la tendencia no miente.

Si “Mel” estuviera seguro ¿por qué menospreciar a sus adversarios y retarlos a una unión? La respuesta es simple: el experimento de su esposa ha fracasado; la presidenta no ha entendido que esa destructiva agenda socialista podrá ser el sueño de su marido, pero no es el camino que la mayoría de hondureños deseamos. La crisis económica, el caos institucional y la corrupción descarada han desgastado su gobierno.

Libre está más débil de lo que admite, y su burla esconde un miedo real: perder el control del poder que tanto le ha costado manipular.Pero dejemos de lado su cinismo y tomemos su sugerencia en serio.

¿Qué pasaría si Nasry Asfura y Salvador Nasralla unieran fuerzas? La política es el arte de lo posible, y un gobierno bipartidista podría ser el golpe definitivo contra la corrupción que ha plagado a Honduras en los últimos años. Un presidente y un “superministro” del otro partido garantizarían un equilibrio de poder donde ninguna facción podría gobernar con impunidad.

Asfura y Nasralla se complementan bien. El primero, un administrador probado, con experiencia en gestión y obra pública. El segundo, un comunicador nato, con la capacidad de movilizar masas y exponer irregularidades. Juntos, podrían construir un gobierno con mayor transparencia y eficiencia, poniendo fin a la improvisación y la manipulación que han caracterizado la actual administración.

Más allá de los egos y las diferencias políticas, una alianza de esta naturaleza enviaría un mensaje claro: Honduras no es propiedad de un solo partido.

Con Libre en el poder, el sistema electoral ha sido capturado. Las Fuerzas Armadas, el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal de Justicia Electoral responden a la misma línea, y es evidente que en noviembre el oficialismo no dudará en inclinar la balanza a su favor.

Con un bloque opositor unificado, el margen de maniobra para fraudes y manipulaciones se reduciría drásticamente.

Claro que hay riesgos en un gobierno bipartidista. Los intereses individuales pueden chocar, las luchas internas podrían debilitar la gestión. Pero si el objetivo es salvar a Honduras del desastre, la unión no es una opción descabellada.

Que “Mel” Zelaya intente ridiculizar a la oposición no debería distraernos de lo fundamental: la oportunidad de darle una lección de democracia.

En noviembre, Honduras tiene la posibilidad de sepultar el proyecto autoritario de Libre. Y si para lograrlo es necesario unirse, pues bien, que así sea. Gracias por la idea, “Mel”.

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