En un Estado donde las máximas autoridades hacen lo que quieren, los gobiernos transmiten el mensaje equivocado a la población hondureña. Realmente profesan un mal ejemplo en varios sentidos. Los debates televisivos en lugar de ser educativos parecen los alegatos de una telenovela mexicana, en los que el servidor público en lugar de tener un discurso de servicio tiene una vocación para que le sirvan y en lugar de señalar la corrupción, la justifican: el poder sirve para poner excusas y no para resolver.
En cosas tan sencillas como el hacer fila en un gran tráfico, mientras todos los vehículos se mueven a vuelta de rueda, pasa un “servidor del pueblo” cuyo tiempo parece ser más importante que el todos los que hacen fila para ir a sus casas o a sus trabajos, y les obligan a moverse para que circulen libremente los que viven de nuestros impuestos.
En un Estado donde llegar a un puesto público es sinónimo de un cambio de vida ya que “te comienza a ir bien”; donde los políticos nos dan más problemas y excusas que soluciones; donde podemos llegar a una ventanilla para hacer una diligencia y solo porque la persona no nos quiso atender debemos volver nuevamente; en un Estado donde impera la corrupción, pero los políticos siempre dicen que todo va por buen camino y que Honduras está cambiando; donde las fuerzas de seguridad y defensa pública se colocan al servicio de los políticos de turno y no del pueblo hondureño; donde se han develado vínculos de políticos, fuerzas de seguridad con el crimen organizado.
Lo anterior únicamente podría suceder en una nación donde impere la desfachatez, donde el fin supremo no sea la persona humana, donde lo que priman son los intereses de grupos pequeños de poder (incluyendo políticos).
La forma en la que funciona el sistema hace creer que en Honduras hay clases privilegiadas que hacen lo que quieren y cuando quieren. Da la percepción que las reglas y las leyes son para los tontos, porque quienes son los garantes de cumplirlas son los primeros en violar nuestro marco normativo.
Por eso, día a día, la gente pierde el interés a los temas políticos, porque, sin importar quien esté en el poder, todos sentimos que Honduras sigue igual o peor.